“Perro Sabueso vs. Churritos Chilosos”

“Perro Sabueso vs. Churritos Chilosos”

Ni sonó la sirena. Bastó con las luces rojas y azules de la patrulla para orillar el coche. “No se preocupe”, dijo el agente a la chofer, “sólo me llamó la atención que todavía no tiene las placas”. “Es que el carro es nuevo”, añadió una señora sentada adelante al lado del pasajero. “Entonces, no hay problema”, respondió el agente. “Pero, ¿dónde está la calcomanía provisional de registro?” “Oh, seguramente mi marido la quitó porque le estorbaba”, dijo la chofer. En el asiento de atrás, una jovencita de 12 años, comía ansiosamente unos churritos chilosos. De hecho, había cinco bolsitas vacías de chilosos tiradas en el asiento y por el piso. “Disculpen”, dijo el agente. “Tengo que pedirles que salgan del coche. Voy a traer a mi amigo para que lo registre”. De la patrulla saltó un perro pastor alemán guiado por el policía. “No demoraré, dijo”. El perro subió al asiento delantero, luego saltó atrás. En menos de cinco segundos ladró hacia la puerta interior del coche donde la niña había estado sentada. “No le gustaron los chilosos”, dijo con cierta risa nerviosa. El agente habló por la radio y en pocos minutos se acercó otra patrulla. Salieron varios agentes con herramientas especiales. Rápidamente desmantelaron la puerta. “Ajá…”, dijo el agente mientras jalaba una gran bolsa llena de bolsitas con polvito blanco desde el interior de la puerta, “Y ¿estos churritos también son chilosos?”
Desde nuestros primeros padres hemos estado tratando de cubrir nuestros pecados. Ellos con delantales de hojas de higuera. Nosotros, con churritos chilosos. Pensamos que de alguna manera podemos despistar a Dios y convencerlo que no hay nada mal con nosotros, que pasamos la prueba de su mirada. Pero Dios tiene su sabueso: la Ley. Es como espada de dos filos. En pocos segundos llega hasta nuestro pecado y lo destapa ante su vista. No hay ninguna manera de despistar a Dios. No hay ninguna obra buena que lo convenza que somos buenos y no hay ninguna obra tan mala que lo convenza que no nos puede perdonar. Perdona el pecado que escondemos, y perdona los churritos chilosos que ponemos para despistar. Y, ¿sobre qué base? ¿Acaso Dios no usa el sabueso para condenar? Cierto que la Ley condena cuando somos descubiertos. Pero aún más cierto es que Dios usa el sabueso para llevarnos a su Hijo Jesucristo, y en Él, encontrar perdón. Perdón por nuestra vida buena porque nunca ha sido así tan buena, y perdón por nuestra vida mala que jamás nos puso fuera del alcance de su amor. Jesús es el único que nunca tuvo nada que esconder, y por tanto nada que disimular. Sin merecerla para nada, por su pura gracia, nos cubre con su perfecta vida. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). ¿Y las bolsitas de churritos chilosos? Tíralas, no las necesitas!
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