“No es rehabilitación, es esclavitud”

“No es rehabilitación, es esclavitud”

El joven se presentaba respondiendo a la demanda de quebranto de libertad condicional, La policía lo arrestó en la cas de su novia, y hoy comparecía ante el juez. Hacía un año, tras parar en un retén, un perro policía le había encontrado 10 libras de metanfetaminas en su coche. El juez había tenido misericordia del joven. En vez de encarcelarlo, lo había enviado a un programa de rehabilitación de drogas, de índole religioso, por un año. Si por alguna razón incumplía, se le impondrían dos años en la cárcel. Ahora había llegado ese momento. Yo interpretaba al abogado las palabras del joven. “Mire licenciado, ese no es programa de rehabilitación. Es una estafa. En vez de clases siempre nos llevan de ciudad en ciudad pidiendo donaciones. Yo me cansé y me pareció injusto. Ni siquiera podía verme con mi novia.” “Bueno”, respondió el abogado, “recuerde que la vez pasada usted aceptó que si no cumplía tendría que purgar dos años en la cárcel”. “¡No! Dígale al juez que me dé otro programa diferente.” Minutos más tarde volvió el abogado. “El juez le ofrece lo siguiente: Dos años de cárcel. Si se porta bien, sólo cumple uno. O, 6 meses de cárcel, y un año en el mismo programa de antes. ¿Cuál será?” El joven lo pensó unos instantes. “Dígale al juez que los 6 meses y el programa”. “¿Qué?” respondió el abogado. “¿Acaso no dijiste que era como una esclavitud?”. “Bueno”, respondió el joven, “es que allí hablan bien de Cristo”.
Después le pregunté, “Y, ¿qué dicen de Cristo ahí que prefieres volver a lo que dijiste era una esclavitud?” “No, es que me puse de rebelde. Pero no me olvido lo que decían de Cristo”. “¿Cómo qué?” le pregunté. “Al principio no lo creía. Que se había puesto en mi lugar en la cruz. Que había llevado mis pecados. Que se había sacrificado por mí. Todo eso me iba ganando el corazón, pero al mismo tiempo me puse de rebelde. “¿Rebelde?” pregunté. “Sí, pensé que me echaban mentiras que un ser tan bueno e inocente me pudiera amar así tanto”. Me seguí haciendo el desentendido. “Y, de dónde sacan todo eso?” “Ah, nada más de la Palabra. Ahí también hablan muy bonito de la Palabra. Y al fin, todos somos como familia. Y cuando vamos a otras ciudades francamente no es solo para pedir donaciones. Vamos y sacamos a otros muchachos de la calle, y les decimos lo mismo de Cristo, los llevamos al programa”. En pocas palabras este joven había dado testimonio del Evangelio, y lo que significa ser iglesia. El Evangelio anuncia que Cristo tomó nuestro lugar, y luego vamos por otros para que escuchen lo mismo y se unan a la familia de rescatados. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
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