La Carta a la Maestra

La Carta a la Maestra

El otro día recibí una llamada de la directora de la escuela donde estudia mi niño el segundo grado. Es la llamada que ningún padre quisiera recibir: “No se preocupe. Su hijo está bien. Pero ha ocurrido un incidente. Él se puso a pelear con un compañero de clase, y cuando la maestra vino a intervenir, también se puso a forcejar con ella.” Se le viene todo el mundo abajo. Uno comienza a cuestionar todo lo que ha hecho por el muchacho para criarlo bien. “Y, ¿ahora sale con esto? ¡No lo puedo creer, debe haber una equivocación! Pero no hay duda, a la tarde llega el niño de la escuela, con la nota en mano. Es un papelito azul. “Apreciado Señor”, comienza. Y luego sigue a detallar lo que pasó. Le pregunto al niño si es verdad. Con lágrimas en los ojos me dice que sí. Me dice que el otro muchachito lo provocó llamándolo malas palabras. Que perdió todos los recreos del día. No lo dejaron salir del salón. Estuvo media hora con la directora mientras ella lo regañaba. Se tuvo que disculpar con la otra maestra. Mi reacción inmediata es de proteger a mi niño. “Claro, la culpa la tiene el otro muchachito, se lo tengo que decir a la directora.” Pero también me molesté con él. “¿Por qué no le dijiste a la maestra que el otro niño te estaba acosando? Defiéndete con tus palabras, no con tus manos.” Viendo que ya había sido castigado en la escuela, no le impuse ningún otro castigo, pero no me sentía satisfecho.
A la mañana siguiente, le digo, “Tengo que contestarle la carta a la maestra. Hay dos maneras. La primera es que escriba en un papel que hablé contigo, que comprendes lo que hiciste, que te disculpas, que prometes no lo vas a hacer otra vez, y te vas a portar mejor. La segunda es que yo te envío a ti como mi propia carta.” “¿Cómo así?” preguntó el niño. “Así como te dije. Tú eres mi carta en vivo. Con tu conducta, tú le dices a la maestra que yo hablé contigo, que te vas a llevar en paz con los otros niños. Escríbelo tú mismo aquí en tu corazón, y yo lo firmo. Luego tú eres mi carta en vivo ante la maestra. ¿Cuál de los dos prefieres? ¿Qué escriba la carta en papel, o que tú seas mi carta en vivo para la maestra? Sin pensarlo dos veces, el niño respondió, “Quiero ser la carta viva”. Lo tomé en mis brazos, lo abracé, le dije que confiaba en él, que lo quería mucho… pero la idea de la carta no fue mía. La Escritura dice que “ustedes son una carta escrita por Cristo mismo y entregada por nosotros; una carta que no ha sido escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente; una carta que no ha sido grabada en tablas de piedra, sino en corazones humanos.” (2 Corintios 3:3)
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