Hipertensión, una enfermedad silenciosa

Puedes padecerla sin saberlo

Muchas personas tienen la tensión alta sin saberlo y otras no se tratan adecuadamente, aunque las campañas sanitarias informan de que este mal reduce la expectativa de vida y su calidad. Es uno de los primeros factores de riesgo cardiovascular y puede afectar al cerebro y a los riñones, deteriorándolos poco a poco. Es duro tener que medicarse toda la vida, pero antes de llegar a esa fase lo mejor es prevenir.

Reduce los riesgos

La mitad de los hipertensos sufren síndrome metabólico, que multiplica por cinco el riesgo de desarrollar diabetes y además duplica las posibilidades de mortalidad por infarto cardiaco o cerebral. En el síndrome se reúnen índices desaconsejados de glucosa, colesterol y triglicéridos.

Estos factores son crónicos y no se pueden curar al cien por cien, aunque puede mejorarse la calidad de vida con una dieta sana y ejercicio.

La obesidad y el sedentarismo son fieles aliados de la hipertensión, una enfermedad que afecta al 60 por ciento de la población mayor de 60 años. Diversos estudios recientes señalan que el 78 por ciento de los casos de hipertensión en los hombres y el 65 por ciento en mujeres son atribuibles al sobrepeso.

Las personas sedentarias tienen entre un 35 y un 52 por ciento más de riesgo de desarrollar hipertensión que los que practican ejercicio. Al respecto, los especialistas recomiendan caminar rápido o nadar entre 30 y 45 minutos tres veces por semana, estos ejercicios físicos están considerados el mejor método no farmacológico para controlar la presión arterial. Sin embargo, no son aconsejables ejercicios violentos o intensos, ni los isométricos, es decir los que se realizan cargando pesas.

En cuanto a otros hábitos, el riesgo de enfermedades cardiovasculares en personas hipertensas se reduce a más de la mitad si se deja de fumar, según el especialista de la Universidad de Oxford Peter Sleight.

Sobre la alimentación, otro estudio de la Universidad de Navarra (España) – el primero de este tipo realizado fuera de los EE.UU.- concluye que la leche desnatada reduce un 50 por ciento el riesgo de hipertensión, aunque la entera no lo aumenta.

Se recomienda reducir la ingesta de grasa y aumentar en la dieta la proporción de grasas vegetales, fibras, frutas, verduras y legumbres; también reducir la sal y los alimentos que la contengan, como embutidos, enlatados, precocinados y preparados.

Las investigaciones han confirmado el papel cardiosaludable de la alimentación que contenga un adecuado aporte de potasio, calcio y magnesio, minerales que ayudan al descenso de la presión arterial. Ni qué decir que hay que evitar el consumo de alcohol.

A veces basta con adelgazar para bajar la presión, teniendo en cuenta que la obesidad comienza al rebasar un 20 por ciento del peso ideal a la estatura. Se recomiendan 1.200 calorías al día para perder peso sin demasiado esfuerzo.

Enfermos sin diagnóstico

La hipertensión arterial debe tratarse siempre porque es un desorden que reduce la expectativa y la calidad de vida. Pero muchas personas no saben que la padecen, otras no se tratan adecuadamente y una gran parte abandona el tratamiento tras un tiempo.

Hay quienes se niegan a medicarse por malas experiencias con los efectos secundarios de otros fármacos; pues a éstas es preciso hacerles saber que existe una píldora alternativa, de entre las numerosas existentes, adecuada a su caso que no le produzca ningún efecto perjudicial, pues se dispone de siete familias farmacológicas que reducen la tensión arterial.

El tratamiento no puede abandonarse, por ello es muy importante que el paciente sepa por qué necesita una medicación.

La población en riesgo debe tomar conciencia de su situación y esto es difícil porque quien padece hipertensión no tiene síntomas, tan sólo puede presentarse dolor de cabeza y palpitaciones. Por tratarse de un proceso asintomático, un tercio de los enfermos están sin diagnosticar.

A menudo, el proceso se detecta como un hallazgo casual en un reconocimiento médico de empresa o en consultas por otros motivos. Muchas veces se detecta tarde, es decir, cuando ya hay daño orgánico.

Por ello son imprescindibles controles anuales pues, aunque sea una enfermedad indolora, constituye factor fundamental de riesgo para las enfermedades cardiovasculares, un conjunto de problemas en los que la base es la afectación esclerótica de los vasos sanguíneos, causa fundamental del ictus, el infarto, la angina, la insuficiencia renal y la afectación de la aorta y de los vasos periféricos.

La presión debe estar comprendida en un límite máximo de 140/90, y el estricto control de los factores de riesgo reduce hasta en un 34 por ciento las probabilidades de que aparezcan complicaciones coronarias, como angina de pecho, infarto y muerte súbita.

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