“Se me Hizo Fácil”

“Se me Hizo Fácil”

Los jueces del juzgado de menores tienen discreción al castigar los delincuentes. Pueden encerrarlos, darles libertad supervisada, trabajos en la comunidad, o imponerles una multa. Hoy se presentaba un joven de 14 años acusado de levantarse cuatro cervezas. El informe policial decía que era una noche de invierno. El joven entró al negocio con un abrigo largo. Anduvo por los pasillos hasta detenerse frente a las heladeras de cerveza. El video de seguridad muestra que abrió las puertas; segundos después dio paso atrás. Llegó a la caja, pagó por una caja de goma de mascar, y salió. En el estacionamiento lo esperaba una furgoneta con tres muchachos más. Al momento de dar marcha atrás, dos patrullas de la policía le cerraron el paso. Tres muchachos lograron salir corriendo, pero cuando el ladroncillo quiso salir, su abrigo se atrancó en la puerta. Al forcejear, las botellas de cerveza cayeron rodando por el asfaltado mientras se acercaban los policías. Ahora el joven estaba ante del juez. “Joven, ¿por qué se levantó esas cervezas?” Después de un incómodo silencio, balbuceó, “Se me hizo fácil, su señoría”. “¿Fácil?” preguntó el juez. “Escríbame 1.000 (mil) veces ‘Se me hizo fácil, su señoría’. Use estas hojas con líneas. Ambos lados. En cada línea. Tiene 30 días. Es fácil. Son apenas 33 líneas por día. Nada de trampas con fotocopias o pedir ayuda. Yo las voy a revisar. Adiós”.
Treinta días después se presentó el joven con un fajo de hojas escritas a mano. “¿Se le hizo fácil?”, preguntó el juez. “Nunca pensé que un ‘Se me hizo fácil’ iba a ser tan difícil, su señoría. Gracias por la lección”. Atrás, los padres lucían una gran sonrisa.
Desde nuestros primeros padres, todos hemos usado una versión de la misma excusa. “Se me hizo fácil”, dijo Adán. “La mujer que me diste me dio de comer”. “Se me hizo fácil”, dijo Eva. “La serpiente me engañó, y comí”. “Se me hizo fácil decir esa mentirita blanca”, “mentir en la planilla de pagos”, “copiar durante la prueba”. Lo más fácil para el comportamiento humano es hacer lo prohibido, lo engañoso, lo dañino. Pero por más fácil que parezca, alguien tiene que pagar el daño. Allí es cuando nada se hace fácil. Fue tan difícil para Aquel que tuvo que pagar nuestros “fáciles” que en el huerto sudaba gotas de sangre, rogando por nosotros, sufriendo nuestro castigo, llevando nuestra culpa. «Padre mío, si es posible, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Lo difícil todavía estaba por llegar. Al hacerse pecado por nosotros, sufrió el peor sufrimiento. Su Padre se retiró de su vista. En extrema angustia clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Pero, ¿cuántas veces tenemos que escribir como castigo, “Se me hizo fácil”? Si el mar fuera tinta, no hubiera suficiente. Basta con que Él escribió “Te amo” con su propia sangre y con tu propio nombre….:
haroldocc@hotmail.com.

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