“No fue tan difícil cumplir con el programa”

Hay algunos delitos que se pueden pagar con programas de rehabilitación. Uno es el programa PC 1000. Es para los acusados de usar drogas por primera vez. Firman un expediente. Se declaran culpables. Prometen cumplir con todas las condiciones del programa. Pagan un recargo, asisten a clases una vez por semana por 16 semanas, se someten a pruebas de drogas al azar, y si al final de 18 meses no han tenido otro “encontrón” con la ley, el expediente se “sella” de tal modo que nadie lo puede ver. Es como si nunca hubieran cometido el delito. En una ocasión, se presentó un joven apuesto, inteligente, para recibir el certificado de cumplimiento. Me acordaba del muchacho. Había prometido que cumpliría al pie de la letra. Obviamente había cumplido. Después que el juez lo felicitó y selló su expediente, yo también lo felicité. Afuera de la sala, me comentó casi como secreteando: “Mire, no es para tanto. Aprendí algunas cosas buenas, no lo niego. Pero, odiaba ir a las clases, tenía que pagar por esas juntas, lo hice porque de otro modo me botaban del trabajo por uso de drogas. Además uno aprende a ‘quemar carrizo’ sin que ellos se den cuenta. Pero al final, uno cumple, ¿verdad?”, añadió con una pequeña carcajada. “Aquí lo dice el certificado. Cumplí con todo”.
Algunos piensan que con Dios se puede hacer lo mismo. “Con tal que no haga las cosas que otros hacen, estoy cumpliendo”. “Yo no hago ninguna de las cosas malas que Dios prohíbe en sus mandamientos”. “Si la gente me trata bien, yo también. De otro modo, las ignoro”. “Yo hasta voy a la iglesia todos los domingos, y dejo unas moneditas para las limosnas”. Otros añaden, “Pues si de veras hay un Dios, espero que se dé cuenta de todo eso”. Pero la Escritura dice, “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón” (1 Samuel 16:7). ¿Qué tal si Dios juzgara al joven de nuestra historia por el cumplimiento del programa? ¿Hubiera felicitado al joven? De una vez lo hubiera condenado. Hay otros, dice la Escritura que se jactan de sus muchas buenas obras. “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; “pero no te das cuenta de cuán infeliz y miserable, pobre, ciego y desnudo eres tú. Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista” (Apocalipsis 3:17,18). Tan sólo hay Uno que cumplió verdaderamente, y con un amor perfecto, y Jesucristo lo hizo a tu favor. Pero, ¿cómo puedes comprar si no tienes nada? Entregándole todo lo bueno que pensamos que somos, para recibir todo lo bueno que Él es”. ¡Es la única manera de cumplir con el programa!

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