Mirando los Precios

Mirando los Precios

Desde Kinder hasta su segundo año, todo había sido en papel. Fotos y dibujos de monedas. Las tareas lo retaban a colocar el valor con el tamaño y el dibujo de la moneda. Todo había sido monótono, y más. A veces hasta una lucha de voluntades para que hiciera sus tareas de matemáticas sumando monedas de .25 con otras de .10 menos varias monedas de a centavo. Todo había sido en papel. Hace más de un año, vacié una alcancía con $13.73 todas en monedas. Separamos las de .01, .05, .10, .25, y hasta tenía una moneda de a dólar. Traté de enseñarle a contar las monedas de dos en dos. Pero no tenía mucho interés. Creo que no tenía la edad para captar el concepto abstracto de moneda, valor, cifra, cosas que uno de adulto las toma por sentado. Mientras pasaba el tiempo, el niño nos acompañaba a las compras. Nosotros siempre miramos los precios, revisamos lo que está en oferta, ponemos cosas en la canasta del supermarket, y luego sacamos cosas que de veras no vamos a necesitar. Pero hace dos semanas, fue él quien me trajo la alcancía: un pequeño barco Titanic de cerámica. Allí habíamos colocado monedas. La vació sobre la mesa. Separó las monedas. Comenzó a contarlas. Tomó lápiz y papel, hizo las sumas. Encontró allí también unos billetes. Finalmente sumó todo: $34.59. “Papi, llévame de compras, por favor.” ¿Cómo negarme? Pues allí fuimos los dos. Yo juré que no iba a decir nada, no iba a protestar ni criticar ninguno de los juguetes que quisiera comprar. Aunque no me faltaban las ganas. Pero para mi sorpresa, llevaba la cuenta de todo lo que escogía. Cuando la suma pasó de lo que tenía, se detuvo. Escogió varias cosas y las sacó del carrito de compras. Finalmente encontró lo que quería. Orgulloso fuimos a pagar. La señorita le devolvió el cambio. Pero un grito de alegría saltó de su boca cuando ella le entregó el recibo: “¡Papi! Mi primer recibo!” Qué alegría también la mía. Un momento sencillo pero inolvidable para los dos, uno de los muchos que nos uniría para siempre. Lo que más me sorprendió fue que él sin querer escogió los juguetes así como nos había visto a nosotros hacer las compras de la casa: mirando los precios, revisando las ofertas. Colocando cosas en la canasta, y luego sacándolas. Cosas que nunca le enseñamos directamente. Los niños miran más que los precios. ¡Los niños nos miran a nosotros!
Pero hay algo más. Ante Dios, todos tenemos el mismo valor. No hay monedas de a centavo, ni de a dólar. Todos tenemos un valor infinito. Por eso, Dios dio su gran moneda de infinito valor para rescatarnos: a su Hijo Jesucristo que dio su vida para perdonar todos nuestros pecados. Allí Dios puso la moneda de gran precio. En la cruz, abrió la alcancía, y el valor de su vida fue suficiente para rescatar a toda la humanidad. Por su vida, somos ricos.

Comentarios: platicaspadres@gmail.com

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