“El Orden de Entrada”

“El Orden de Entrada”

“¡Camacho! Al fin descubrí cómo prepararme para las entrevistas con los menores de edad”. Era uno de los abogados defensores del Tribunal de Menores, sus canas mostraban su experiencia y recorrido. “Cuéntame”, le contesté de buena gana. “Mira”, me dijo, “los juveniles vienen conmigo antes de pasar con el juez. Yo les asesoro, y sugiero la mejor manera de resolver su caso. Pero si tengo éxito con ellos, si me hacen caso, depende en el orden de entrada”. “No te entendí bien, colega”, respondí. “¿Dijiste el orden de entrada?” “Precisamente. Cuando pasan por la puerta, yo me fijo en el orden de entrada. Digamos primero entra la mamá, la abuela, la tía, el papá, el hermano mayor. Por último entra el menor acusado de algún delito, arrastrando los pies y mirando por la ventana. Mientras tanto los papás me acosan con preguntas de qué pasó y como se va a resolver el caso, mientras el jovencito que cometió el robo, se mira las uñas. En otros casos, entra primero el menor. Se siente frente a mí, detrás está toda la familia. El joven me pregunta lo que puede hacer para resolver el caso, cómo se puede disculpar, si puede pagar con trabajos. En el primer caso, el muchacho no toma ninguna responsabilidad, pues su familia lo hace todo. En el otro caso, el joven asume responsabilidad. Todo depende del orden de entrada”.
En el tribunal de arriba, todo también depende del orden de entrada. Los primeros entran de último, y los últimos entran de primero. Los religiosos, los que siempre se están fijando si los otros guardan cierto día, si observan ciertas ceremonias, si comen o beben ciertas cosas, ellos piensan que por llegar primero a las iglesias y tomar los primeros asientos, también llegarán primero al reino de los cielos. Ojo, si es que llegan, llegarán de último. Pero los drogadictos, los indigentes, los que han desperdiciado sus vidas en mal vivir, ellos llegarán primero. Pero, ¿cómo? ¡Eso es injusto! Bueno, es que tampoco llegarán primero, pero van siguiendo al primero. Porque el que entra primero es el que murió para perdonarlos. Jesucristo llevó sobre su cuerpo todas sus culpas y pecados. Y cuando todos ellos no pudieron encontrar salida de su mal vivir acudieron a Él, los perdonó, sanó sus heridas, y les dijo, “Síganme, y los llevaré hasta el reino. “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará” (Mateo 16:25). ¿Cuál es su causa? ¿Será una iglesia preferida? ¿Será cumplir ciertas obras? ¡No! La causa de Cristo eres tú, y yo. Él no tiene ninguna otra causa. Por eso dio su vida. Y por tu fe – por más pequeña que sea – en esa causa, en el perdón que te ha dado, entras primero, pero siempre detrás de Él. Porque Él es el principio y el fin, el Amado de Dios Padre. Y estando en Él entras tú, y para siempre.

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