“Donde hay Humo…  Hay Fuego”

“Donde hay Humo… Hay Fuego”

Cuando el acusado pasó frente al juez, de reojo miré las fotos. Al momento supe que el acusado se iba a meter en problemas con el juez por esas fotos. Como intérprete del juzgado no se me permite asesorar a los acusados. Esa es la función de un abogado. Cuando el acusado se presenta ante el juez sin abogado, yo sólo estoy ahí para ser la voz del acusado en el idioma inglés. A la vez, para ser la voz del juez en el idioma español. La acusación la presentaba la Compañía de Bomberos. El acusado había prendido una fogata en contra de los reglamentos contra incendios en una zona residencial. Desde la ventana de la estación, el capitán había visto una columna de humo levantándose desde un conjunto de viviendas. Aunque no había recibido una llamada de emergencia, se preocupó por el humo, pues “donde hay humo, hay fuego”. De inmediato se dirigió allí en un camión de bomberos. Cuando llegó, efectivamente encontró a dos hombres colocando ramas verdes de un árbol recién podado sobre los carbones encendidos de una fogata en medio del patio de la casa. Ahora el acusado insistía que la fogata había sido para una parrillada de la familia, y “se les hizo fácil quemar unas pocas ramas” que no presentaban peligro alguno. Como prueba de su inocencia, traía fotos de la fogata con todo y carbones encendidos…
“Mire usted las fotos, su señoría, se dará cuenta que no fue nada”. El capitán rebatía diciendo que cualquier fogata por más pequeña que sea en una zona residencial atenta contra la seguridad y por tanto es prohibida. Ante tanta insistencia del acusado, el juez le pasó vista a las fotos. Enseguida emitió su fallo, “Culpable del quebranto del código contra incendios”. Ante el Tribunal de Arriba muchos se quieren presentar como inocentes con las pruebas de sus buenas obras para lograr el favor de Dios. Pero por más buenas que sean, lo único que logran nuestras buenas obras es ¡condenarnos! ¿Por qué? Porque nuestras buenas obras siempre están teñidas con manchitas de interés propio, o tal vez con el deseo que alguien se haya dado cuenta de lo bueno que somos. Por tanto, “¡Descalificados!” Pero es que tampoco podemos presentar nuestras malas obras. Estas nos condenan por igual. Y entonces, ¿qué? Sólo podemos presentarnos con las obras de Cristo, el único cuyo corazón fue recto, sin mancha, cuyo amor fue puro, sin interés propio. El Juez del Universo sólo reconoce las obras de su Hijo como buenas. Las demás son trapos sucios. La única foto que Dios quiere ver es la foto de su Hijo. En Él, y sólo en Él, Dios se complace. ¿Qué fotos traes en tus manos cuando te presentes ante el Juez del Universo como prueba de tu inocencia? ¿Las de tus obras? “¡Culpable!” ¿Las de Jesucristo? “¡Inocente!”

Comentarios:
haroldocc@hotmail.com.

Share