“¡Yo no le GRITÉ!”

“¡Yo no le GRITÉ!”

Dos señoras, ya en sus 45 años se presentaban ante el juez. Una de ellas pedía una Medida de Protección contra la otra. Eran vecinas. Para complicar el caso, eran ¡primas! Ambas tenían hijas de la misma edad, adolescentes, estudiando en el mismo colegio. Ambas madres salían de sus casas a la misma hora de la mañana con el mismo rumbo. Pero llegando al colegio, según explicó la demandante, la otra le cortaba el paso con el coche, casi causaba accidentes en la congestionada zona escolar. Bajaba la ventana y gritaba insultos acompañados por gestos vulgares a su prima y sobrina. Mientras la demandante presentaba sus alegatos, lo hacía pausada y tranquilamente, en control de sí misma. Después de escuchar, el juez pidió a la otra prima, la demandada, responder a los alegatos. “Su señoría”, comenzó con voz baja y pausada. Luego subiendo el volumen, “¡YO NO LE GRITÉ A ESA SEÑORA!” Al terminar, su voz sonó tan fuerte que retumbó por la sala del juzgado. Después de traducir sus palabras, miré al juez. Su mano derecha tapaba su boca, pero en las esquinas se podía ver las líneas de una sonrisa; sus ojos brillaban con la picardía de haber logrado que la señora se acusara a sí misma con tan sólo el volumen de su voz. El juez no tardó en concederle la medida de protección a la prima demandante. Cuando el juez le explicó que con su tono de voz la había delatado, la señora lo negó con un fuerte “¡NO GRITÉ!”. Toda la audiencia del tribunal irrumpió en carcajadas. Luego el juez dijo, “Aquí todo queda grabado. ¿Quiere escuchar la grabación?” Indignada, la señora tomó su cartera, y con gran pavoneo salió de la sala.
Llegará el día cuando los habitantes de este planeta se presentarán ante el juez divino. Jesucristo introdujo el tema y predijo lo que pasará: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Lucas 13:25-27). En otras palabras, “Los que pavonean sus buenas obras, están gritando a voz en cuello que no hicieron ninguna. Porque si hubieran hecho alguna obra en mi nombre, yo me hubiera dado cuenta. Todo lo que hicieron fueron aspavientos para hacerse pasar por justos cuando en verdad son los más indignos y culpables pecadores”. Pero entonces, ¿qué significa hacer el bien? Que le creas. Que en la cruz Él tomó tu lugar, se hizo pecador, tomó tu castigo, tu vanidad, tus pavoneos, tu ira contra Dios y contra otros. ¿Para qué? Para que lo conozcas como tu Sustituto, tu Justicia, y tu eterno perdón.
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