Víctima… Pero ¿de quién?

Víctima… Pero ¿de quién?

El testigo principal de la fiscalía era la presunta víctima del delito. Había estado tomando en un bar. Admitió tomarse doce cervezas en dos horas. Reconoció sentirse ebrio cuando tomó el volante a las dos de la mañana. Al retroceder, chocó su coche de último modelo contra un poste de concreto. Al salir se fijó que salió otro cliente en un coche blanco que comenzó a seguirle. A poca distancia el joven se orilló para contestar una llamada en su celular. Súbitamente vio a un hombre desplegando una pistola por la ventana del chofer gritando que saliera del coche y le entregara las llaves. Finalmente el joven bajó la ventana para calmar al agresor quien enseguida metió la mano e intentó agarrar la llave. Después de un forcejeo, lo logró, y agarrando al chofer por el cuello y la camisa lo tiró a tierra. Allí lo pateó sin misericordia, propinándole varios puños a la cabeza. El joven no supo cómo o en qué momento logró escapar. Cuando miró hacia atrás tanto su coche como el coche blanco había desaparecido. Alguien había llamado a la policía. Después de una corta persecución, arrestaron al agresor y recuperaron el coche. En la indagatoria también se supo quién había llamado al joven. Era su esposa para decirle que no volviera a casa, que estaba cansada de sus borracheras, y que pediría el divorcio y la custodia de sus tres hijos.
En otras palabras a esta presunta víctima le llovió sobre mojado. Pero él mismo había puesto charco y lluvia. Al repasar la historia, se podrá ver que este muchacho fue su propia víctima. No es difícil pensar que un héroe es quien interviene y arriesga hasta la vida por salvar a una víctima de un gran delito. Pero, ¿quién expone su pellejo por un tonto así? Jesucristo vino a salvar a pecadores, no importan si son listos o tontos. No le importa si los tiraron al lodo, o si ellos mismos se lanzaron de cabeza. El mismo apóstol Pablo declaró: “Esta palabra es fiel y digna de ser recibida por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). Luego añadió, “Pero por esto fui tratado con misericordia, para que en mí, el primer pecador, Jesucristo mostrara toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna” (1 Timoteo 1:16). En otras palabras, Pablo se consideraba entre los pecadores tontos, y no de los listos. Es por eso que él reconoce, “La gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús” (1 Timoteo 1:14). No fue ni por su fe ni por su amor, sino por la gracia de Dios en Cristo. No importa tu categoría, la gracia de Dios te abraza en este momento. ¡En ese abrazo vivirás en verdadera libertad!
Comentarios:
haroldocc@hotmail.com

Share