Un espíritu que une

Cuando el barón Pierre de Coubertin creó los Juegos Olímpicos de la era moderna, nunca se imaginó que esa justa deportiva le ayudaría a la humanidad a encontrar el pretexto ideal para que los países se olvidaran de sus diferencias políticas y así, cambiar los conflictos por una competencia leal, en la que el ganador se premia con una hoja de olivo y una medalla.

Este nuevo antídoto ha logrado transmitir al mundo durante los 30 días de festividad, los valores de solidaridad, fe, esperanza y lealtad cada vez que uno de sus participantes toma el estandarte del anhelo de triunfo, sólo con el único fin de ser el mejor y al término de la competencia, ser capaz de abrazar a su contrincante.

“Sabemos que el fin de todo ser humano es la felicidad. En lo que se refiere a los Juegos Olímpicos, el barón de Coubertin tenía la esperanza de que existiera entre los países el espíritu olímpico, que impulsara las relaciones pacíficas mediante la sana competencia, por eso los países se impregnan de esta idea y realizan treguas para asistir a la justa”, comentó el sociólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México, Valeriano Ramírez.

Un ejemplo de la solidaridad entre países en conflicto, se dio en la apertura de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. La Guerra Fría entre las dos Coreas se derritió en la ceremonia de apertura, al desfilar bajo una misma bandera. Su entrada puso de pie a los espectadores que les dedicaron una interminable ovación. Por vez primera en la historia, los deportistas del norte y del sur de Corea unieron sus manos y desfilaron conjuntamente, en lo que fue el momento más emotivo de la noche en Australia.

Éstos dos países que aún siguen con diferencias políticas, medio siglo después de su guerra civil de 1950-1953, dejaron a un lado su rivalidad esa noche, tras la intervención personal del presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Juan Antonio Samaranch. Los deportistas coreanos desfilaron bajo una bandera blanca con su dividida península coloreada con un azul marino, y llevada por los atletas Chung Eun-Soon y Pak Jang Choo.

Esta nueva escena se repitió hace cuatro años, cuando ambas Coreas volvieron a desfilar conjuntamente, aunque volvieron a participar cada quien por su lado, sin embargo, a casi un mes de que comiencen los juegos, estas dos naciones podrían desfilar por tercera vez y competir ahora como una misma en Bejing.

Otro momento en el que la solidaridad unió a un pueblo gracias a los Juegos Olímpicos se dio hace cuatro años, en Atenas 2004, cuando los iraquíes celebraron el triunfo en la disciplina de fútbol, de su selección nacional 4-2 sobre Portugal, en un juego de primera ronda. Al terminar el partido, se abrazaron rebeldes y militares, y todo gracias al espíritu deportivo.

A casi un mes de que un nuevo capítulo se escriba en Beijing, se debe recordar que los Juegos Olímpicos nos recuerdan que el mundo sí puede alcanzar la paz por medio de la unión, solidaridad y amor; y que a través de esta clase de acontecimientos, los hombres podemos ser cada día mejores en el trato con nuestros semejantes.

“A favor de la paz por un México Unido”.

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