Sauna, el calor más sano

Nos ayuda a eliminar las toxinas y rejuvenecer la piel, y es una de las mejores formas de sentirse bien y relajado. Esta saludable costumbre, presente en casi todos los hogares de Finlandia, es una de las terapias que gana más adeptos en el mundo.

Un proverbio vikingo afirma que “en la sauna se evapora hasta la ira” y en Finlandia, el país donde más se aplica este método, dicen que “si se tomaran más saunas, habría menos hospitales”.

Las últimas investigaciones parecen darle la razón a los nórdicos, porque este saludable vapor aporta innumerables beneficios, desde desintoxicar la piel, purificar el organismo y dilatar los bronquios, hasta aumentar la relajación mental, regular la presión sanguínea y mejorar el ritmo cardiaco y circulatorio.

Ahora, debido a su instalación en gimnasios, centros deportivos y de rehabilitación, hoteles, institutos de belleza y balnearios, a su progresivo abaratamiento y a su creciente prescripción con fines terapéuticos e higiénicos, esta costumbre que se remonta a tiempos inmemoriales en Centroeuropa, gana adeptos día a día y ha dejado de se un lujo sólo apto para personas adineradas.

“La sauna es un baño de aire caliente y seco, aunque tiene un pequeño grado de humedad, que se puede regular y lo produce un aparato eléctrico calefactor sobre el cual se depositan piedras volcánicas”, explica la fisioterapeuta y experta española en medicinas alternativas Susana Gago.

Según se desee que la atmósfera sea más seca o húmeda, se puede echar agua sobre estas piedras para producir golpes de vapor que absorbe al instante la madera especial con la cual está construido el recinto, tanto sus paredes como los asientos, y recubierto su interior, incluidos su techo y suelo.

Calor, Humedad y Salud

“La temperatura ideal de la sauna oscila entre los 80 y 90 grados centígrados, y nunca debe sobrepasar los 100 grados, a menos que la persona esté muy acostumbrada a la sauna; el grado de humedad debe rondar el 45 por ciento”, según Gago.

Los baños sauna se toman en cuartos de madera que contienen una estufa alimentada originalmente con leña y ahora con electricidad. Ésta calienta piedras, a las que se arroja agua para generar vapor, intensificar el calor y estimular la transpiración.

El calor dilata los vasos capilares de la piel para mantener la presión sanguínea, que en un principio tiende a disminuir. El ritmo cardiaco aumenta hasta multiplicarse por dos y tres. Esto se traduce en una incremento de la circulación en la superficie de la piel, parecido al que se origina cuando caminamos rápido.

Desde que se entra en la sauna, el cuerpo sufre una serie de reacciones, como la transpiración y la apertura de los poros de la piel, con los cual se eliminan toxinas y se limpia la epidermis. Después, la alta temperatura y el grado de humedad estimulan el riego sanguíneo y la regeneración de las células.

Al adaptarse a la vasodilatación, el corazón bombea más fuerte y se favorece la circulación. El calor también influye en las terminaciones nerviosas, provocando una ralentización de los impulsos sensitivos que van de la piel al cerebro, lo que produce una relajación, con efecto antiestrés. La combinación de calor con un aceite de mentol o eucalipto actúa de forma positiva en los bronquios y el sistema respiratorio en general. A los 8-12 minutos, el cuerpo siente ganas de refrigerarse. Hay que salir y permanecer unos minutos fuera de la sauna, si se puede al aire libre, para enfriar las vías respiratorias.

Después, hay que ducharse con agua fría, o templada si la presión sanguínea es alta. Tomar un baño de sauna significa “calentarse” y “enfriarse”, de forma alterna, por lo menos dos veces.

Con precaución

Según Gago, debido a la combinación de sus múltiples efectos fisiológicos, la sauna aporta numerosos beneficios terapéuticos y preventivos. “Mejora la circulación sanguínea, la función cardiovascular, la respiración y la sudoración, elimina toxinas y minerales nocivos como el plomo, alivia el dolor, ayuda al sueño.

Al relajar el cuerpo y eliminar muchos de los dolores, la sauna nos permite dormir mejor y es positiva para la artritis”.

No obstante, aunque beneficiosa la sauna no es recomendable para todos y tampoco hay que abusar de ella, porque como explica el experto español en Biología Reproductiva, el profesor Juan Álvarez, “aún cuando no se puede establecer con seguridad el origen del descenso en la calidad del semen, las saunas frecuentes son uno de los factores del actual estilo de vida que pueden influir en la infertilidad masculina”.

Según este experto en infertilidad masculina, otras posibles razones de la caída en la concentración de espermatozoides en el semen, son las infecciones seminales, el varicocele, el consumo de alcohol, tabaco o drogas, así como la exposición del testículo a altas temperaturas, el jacuzzi, los traumatismos genitourinarios, la diabetes, el uso de anabolizantes y algunos medicamentos. La sauna puede ser peligrosa para quienes padecen hipertensión o cardiopatías, por lo que se recomienda consultar con el médico su conveniencia. Asimismo, hay estudios médicos que señalan que, en las mujeres, este tipo de calor puede ocasionar fuertes hemorragias menstruales e incluso interrumpir la ovulación.

Otros estudios realizados en EEUU indican que los bebés nacidos de mujeres que utilizan la sauna con frecuencia presentan el doble de probabilidades de padecen espina bífida, a consecuencia del excesivo calentamiento del útero.

Por ello, se advierte de que la mujer embaraza no debe acudir a saunas y quienes planeen quedarse embarazadas deberían limitar cada sesión a 15 minutos entre períodos de enfriamiento. El empleo de calor más o menos húmedo ha sido habitual en todas las civilizaciones y se remonta a los tiempos más remotos, por medio de termas, balnearios, baños turcos o de vapor, y más recientemente la sauna finlandesa, que llegó a ser una costumbre muy extendida en toda Europa Central, hasta el siglo XV.

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