Nunca es tarde para empezar

Rocío Hernández

Atlos quince años, Guadalupe Martínez enfrentó un cambio radical: la mudanza a la ciudad de México. Sus amigos de infancia quedaban atrás, igual que sus tradiciones hidalguenses. El nuevo hogar era algo extraño, o al menos eso parecía.

Su niñez y adolescencia fueron adversas pero su autoestima nunca decayó. Aunque de pequeña trabajó lavando trastes, de cocinera y vendió ropa, con base en su esfuerzo y entusiasmo logró estudiar la carrera de Letras Hispánicas, al tiempo que trabajaba como recepcionista para ayudarse con sus gastos escolares. A partir de ahí, su lucha no concluyó: se desempeñó como secretaria, profesora -de preescolar, primaria y secundaria-, telefonista y encuestadora; ya con mayor preparación logró ser asistente de producción radiofónica, editora de audio, locutora, conductora de programas culturales, productora de radio, reportera, colaboradora en organizaciones civiles y profesora de náhuatl.

Conforme alcanzaba sus anhelos, se fijaba otros. Guadalupe reconoce que para cumplir sus objetivos se apoyó mucho en amigos pero principalmente, en su mamá. Sin esperarlo, llegó una oportunidad de oro: Incorporada a los trabajos de la Asamblea de Migrantes, participó en un encuentro de indígenas latinoamericanas en donde se habló de la importancia de participar en foros internacionales para difundir el respeto a los derechos de las mujeres.

Lupita propuso el tema de la democratización de los medios de comunicación para que las mujeres indígenas escribieran sobre su propia historia. Este planteamiento le valió ser considerada para participar en el 4º Foro Mundial de la Naturaleza, que se realizó en Tailandia, en 2004.

“Son de las cosas que te animan y te dan fuerza para seguir luchando por lo que crees, queda la experiencia y el compromiso por hacer más y más. Las metas nunca terminan. De niña quería ser locutora, y lo logré, ahora me gustaría ser escritora”, dice con mucho entusiasmo esta orgullosa mujer indígena.

 

No importa la edad

La historia de Lupita es un ejemplo de perseverancia y tenacidad; demuestra que la realización de los sueños no está sujeta a los recursos materiales, sino al esfuerzo y a la dedicación que pongas en cada uno de tus sueños. A los 15, 20, 40 ó 60 años, no importa la edad. En cada momento, la vida brinda una oportunidad para concretar objetivos.

Los expertos aseguran que al emprender una nueva tarea, se debe considerar que está presente el riesgo de no poder cumplirla, pero lo fundamental es tomar la decisión de llevarla a cabo. María Teresa Doring Hermosillo, psicóloga del Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, asegura que el mejor momento para ponerse una meta es cuando no se está satisfecha ante una situación y se quiere algo más.

Aunque hay una tendencia a pensar que en la juventud se establecen los objetivos de la vida, la verdad es que el logro de las metas no está asociado con etapas ni temporadas: “En primer lugar no se sabe cuántos años se va a vivir, no necesariamente las personas de 20 años tienen mayor claridad hacia el futuro, o más recursos para pensar en la posibilidad de alcanzar sus metas, ni las personas mayores están más desprovistas de propósitos; el momento de marcarse un sueño es cuando queremos un cambio en algún periodo de la vida”, dice la especialista.

 

Los propósitos surgen en el interior de la persona y adquieren importancia cuando se trabaja para conseguirlos. Cuando una necesidad se satisface “como por arte de magia”, lo más probable es que no se disfrute porque no hubo un esfuerzo de por medio.

Acércate a tu familia, háblales de tus objetivos, de lo importante que es para ti verlos cumplidos, para lo cual, requieres más que nunca de su apoyo y comprensión. Llénate de energía y de actitud para llegar hasta donde quieras; los límites tú los pones, y recuerda que las personas que más éxitos han logrado en la vida, son, como Guadalupe, las que siempre están en busca de nuevas conquistas y trabajan por ellas.

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bojorge@mexicounido.org.mx

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