Luche contra el aburrimiento de sus hijos

(CL) – “No tengo nada que hacer”, o “Estoy aburrido”, o “Estoy cansado de estar aquí,” estas son algunas de las frases que usted oye cuando sus hijos sufren un estado de ánimo carente de estímulos, diversiones o distracciones. Y es que el conocidísimo asunto del aburrimiento constituye uno de los problemas más comunes e inexplicables que afecta a los pequeñines de hoy en día.

El aburrimiento, por lo general, está relacionado con la abundancia de cosas. No nos referimos simplemente a la opulencia material – quién no conoce a esos niños o niñas que poseen un cuarto lleno de juguetes, libros, peluches y, por supuesto, un televisor – también aludimos la abundancia de actividades rutinarias que le producen un agotamiento físico y mental a los chiquillos, el cual tiende a reflejarse cuando los mismos tienen un tiempo libre y nos reclaman con algo similar a las tres frases mencionadas al principio de este artículo.

Expliquemos esto más a fondo: el siglo XXI ha hecho que nuestros hijos se hayan acostumbrado a tener una agenda de actividades tan ocupada, quizás hasta más atareada, que la de nosotros. Actividades que calificamos como especiales – clases de karate, tenis, baloncesto, fútbol, baile, algún otro idioma, natación, entre otras – y que como padres le hemos impuesto a nuestros hijos – ya sea porque queremos que ellos aprendan un poco de todo mientras crecen, o porque nuestra situación laboral no nos permite encargarnos de ellos en las horas de la tarde y tenemos que inscribirlos en estos tipos de talleres para hacer tiempo – hacen que los mismos vivan una especie de doble jornada: la escolar y la de actividades especiales. Ambas tienen sus esquemas a seguir y resultados por lograr, y las dos son igualmente culpables de desarrollar, lo quieran o no, el aburrimiento de nuestros hijos. ¿Cómo puede ser posible esto? Porque la necesidad pone en marcha al mecanismo delingenio y cuando se le pauta una agenda súper elaborada a un niño o una niña esta necesidad disminuye y hasta cesa de existir. Por ende, cuando ninguna de las dos jornadas está en ejercicio, es decir, cuando sus hijos verdaderamente tienen tiempo libre, ya no saben qué hacer y se aburren fácilmente.

¿Cómo se lucha entonces con el aburrimiento? Tomándose las cosas poco a poco. No es recomendable que usted, como padre, erradique todas las actividades especiales de la vida de sus hijos, ya que, por una parte, ellos o ellas tal vez hayan demostrado algún interés particular por una de estas mismas actividades – cosa que usted debería fomentar y aprovechar en un cien por ciento – y, por otra, porque las actividades especiales de cierta forma alejan a nuestros hijos del encerramiento hogareño y del acceso ilimitado a la televisión, elementos que son los brazos derecho e izquierdo del cuerpo del aburrimiento.

Al contrario, si es recomendable que le alivie un poco la agenda a sus hijos y que busque las maneras de retornar al ocio inventor – aquel donde usted ayuda a sus hijos a distinguir cuáles son sus deseos y lo qué busca en distintos momentos – y de fomentar iniciativas de creatividad y aprendizaje, sin depender de la ayuda de terceros.

¿Qué más se puede hacer? Sírvase de los siguientes tres consejos:

* Esté disponible para participar en el tiempo libre de sus hijos y trate de mostrarse activo y alegre a su alrededor.

* Mantenga su perspectiva clara: no se trata de divertirlos por un rato y esperar que dejen de quejarse por el resto del día, se trata de aprender de ellos y de que ellos aprendan de usted. Motive el disfrute de la compañía padre/hijo, madre/hija – o una mezcla de ambas – contagie el espíritu de sus hijos con esa energía positiva, con ese motor del juego, y transmita la identificación familiar.

* No se enoje a las primeras reacciones negativas. Si usted, por ejemplo, propone un juego de lápiz y papel – típicos juegos del siglo XX – y, un poco después de haberlo iniciado, sus hijos le dan señales clásicas de tedio, entienda que la doble jornada probablemente ha afectado los deseos de sus hijos y que estos deben de carecer, momentáneamente, el afán del juego.

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