Hijo, hablemos de sexo

Pilar Valle

¿Cuándo y de qué manera debemos abordar este tema? Generalmente, entre los 9 y 13 años, los niños experimentan una serie de cambios físicos como son la aparición de vello, el crecimiento del busto y la primera menstruación. Esta etapa, conocida como pubertad, marca el inicio de la madurez sexual y, si es que antes no se había ya presentado, es uno de los mejores momentos para resolver la serie de dudas que surgen con respecto a la sexualidad.

Sentirse cohibido ante la sola idea de hablar de aspectos sexuales con los hijos es normal, sobre todo si nosotros mismos no tuvimos pláticas al respecto con nuestros propios padres, pero hay que tomar en cuenta que con el miedo, la culpa o la vergüenza no podremos orientar ni educar adecuadamente y ellos invariablemente irán a buscar respuestas en otros lugares.

Un primer paso para llegar con mayor seguridad a ese momento, es integrando los conceptos de sexualidad desde las primeras etapas de la vida. Por ello se recomienda que niños y niñas conozcan los nombres reales de sus genitales y puedan llamarlos de esa forma sin ningún problema. “Por lo regular preferimos no mencionar su nombre porque nos parecen palabras muy ‘fuertes’, pero la carga la ponemos nosotros, la cultura y lo que hemos aprendido, pero en sí mismas las palabras pene o vulva no suenan distintas o más complicadas que oreja u ombligo”, explica la psicóloga Vivianne Hiriart en su libro Cómo hablar de sexualidad con sus hijos. Además, esto elimina la sensación de tabú, afirma la especialista.

Ahora, ¿de qué hablaremos con nuestros hijos? Hay que estar preparados para contestar temas como la menstruación, las preocupaciones respecto a sus genitales, la virginidad, las relaciones sexuales, el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual. Cada uno tiene sus detalles que será preciso abordar, de acuerdo con lo que al preadolescente le interese conocer.

El siguiente paso es abrir los canales de comunicación, para lograrlo se recomienda:

Buscar oportunidades para hablar del tema. Si ellos no preguntan, toma la iniciativa: aprovecha los comentarios espontáneos o las escenas de la televisión.

Mostrar interés por lo que plantean. Aunque el asunto amerita seriedad, puedes crear la suficiente confianza y seguridad para que la plática fluya mejor entre ambos.

Escuchar sin llegar a conclusiones prematuras. De esta forma te enterarás acerca de cuáles son sus fuentes de información y podrás darle mejor orientación.

Indagar más sobre sus dudas. Al saber qué es lo que imaginan del asunto, da pistas acerca de en qué nivel podemos contestarles y qué puntos específicos hay que abordar. Un ejemplo de esto puede ser preguntarle de dónde le surgió la duda.

Disponer del tiempo requerido para hablar del asunto. Elije el momento y el lugar más apropiado, que además les brinde privacidad.

Investigar juntos. Si consideras que no tienes la suficiente información para aclarar sus dudas, sugiere buscarlo en algún libro especializado.

Hablar abiertamente de la sexualidad, así como de su valor y responsabilidad, les ayudará a establecer conocimientos más sólidos respecto a este ámbito de la vida y a abrir un puente de comunicación, el cual podrán cruzar cada vez que lo necesiten.

“Somos buenos, seamos mejores”

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