El Año de la Sumisión

Si 2020 podría ser recordado como el año del miedo, 2021 podría ser “el año de la sumisión”. Como era previsible, uno ha llevado al otro.
Mucho ayudó a esto el hecho de que, desde que comenzó la llamada “pandemia del coronavirus”, un aterrador tsunami apocalíptico invadió diariamente los medios de desinformación, estimulado por élites políticas y organismos internacionales.
Todo fue muy rápido. En 2020 la sociedad fue forzada tan abruptamente al enclaustramiento que no hubo tiempo para pensar, ni mucho menos para cuestionar. Era una emergencia, la muerte rondaba por todos lados.
Los pocos que osaron contradecir el relato oficial fueron calificados inmediatamente de “conspiranoicos” y, si se trataba de investigadores o científicos disidentes con autoridad en el tema, les sobrevino desde un virtual silenciamiento hasta su cancelación efectiva por acoso mediático o muerte civil. El escarmiento no tardó en acallar a la mayoría.
Pero, cuando a las falsas promesas iniciales de que la pérdida de libertades fundamentales era sólo transitoria le siguió la progresiva certeza de que se iban a tornar permanentes, el malestar brotó masivamente.
Se lanzó, entonces, una promesa de solución definitiva: las “vacunas”. De forma asombrosa varias empresas crearon con rapidez sus propias versiones y empezaron a ser distribuidas por el mundo de forma “gratuita” para los ciudadanos, pero a inmensos costos para los gobiernos que tenían carta libre para usar el dinero de los impuestos.
Sin embargo, lo cierto era que las “vacunas” no inmunizaban y que tampoco libraban de un nuevo contagio. Surgió, entonces, una nueva indignación popular y una nueva campaña global de respuesta: la culpa la tienen las “variantes”; la solución es “más vacunas”. Así se inició el interminable ciclo de las “dosis”, ya que tampoco eran definitivas.
Este proceso, perfecto para acumular inmensas cantidades de datos sobre la tolerancia humana a la represión “benigna” y al auto enclaustramiento masivo, fue tornando el miedo en sumisión tolerante bajo la terca esperanza de que, aunque ya no exista retorno a la normalidad, al menos la obediencia pasiva devolvería parte de lo perdido.
Lamentablemente, no lo hará. El genio ha salido de la botella.
Aun así, no todo está perdido. Hay un remanente que resiste y que va más allá del miedo y la sumisión. Se han levantado como un ejército y están abocados a informar la verdad completa que los medios y políticos callan. Si siguen creciendo, el 2022 podría ser diferente.

 

 

If 2020 could be remembered as the year of fear, 2021 could be “the year of submission.” Predictably, one has led to the other.
This was greatly helped by the fact that, since the so-called “coronavirus pandemic” began, a terrifying apocalyptic tsunami invaded the disinformation media on a daily basis, spurred on by political elites and international organizations.
Everything went very fast. In 2020 society was forced so abruptly into lockdown that there was no time to think, much less to question. It was an emergency, death was everywhere.
The few who dared to contradict the official account were immediately classified as “conspiranoids” and, if they were dissident researchers or scientists with authority on the subject, they were dealt with from a virtual silence to their effective cancellation due to media harassment or civil death. The lesson was not long in silencing the majority.
But when the initial false promises that the loss of fundamental freedoms was only temporary was followed by the progressive certainty that they were going to become permanent, unrest erupted en masse.
Then, a promise of a definitive solution was launched: “vaccines”. Amazingly, several companies quickly created their own versions and began to be distributed around the world “free” for citizens, but at immense costs for governments that had a free hand to use tax money.
However, the truth was that the “vaccines” did not immunize and did not free from a new contagion. Then a new popular outrage and a new global response campaign arose: the blame lies with the “variants”; the solution is “more vaccines.” Thus began the endless cycle of “doses”, since they were not definitive either.
This process, perfect for accumulating vast amounts of data on human tolerance to “benign” repression and massive self-enclosure, gradually turned fear into tolerant submission under the stubborn hope that, although there is no longer a return to normality, less passive obedience would return part of what was lost.
Unfortunately, it will not. The genie has come out of the bottle.
Still, all is not lost. There is a remnant that resists and that goes beyond fear and submission. They have risen up like an army and are doomed to report the complete truth that the media and politicians keep silent. If they keep growing, 2022 could be different.