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AL PALACIO DE ELYSEO

LOS ENCUENTROS DE MEG CON EL PRESIDENTE SIEMPRE ERAN LLEVADOS A CABO CON LA MAYOR DISCRECCIÓN. ELLA ENTRABA AL PALACIO DE ELYSEO POR UNA PEQUEÑA PUERTA EN EL JARDÍN.

Algunas mujeres tienen vidas extraordinarias. Pero ninguna tuvo una vida tan extraordinaria como Marguerite Steinheil.

A través de los años se han producido muchos crímenes y juicios dramáticos. Pero raramente, un juicio ha capturado tanto la atención de un país entero como lo hizo el juicio de Marguerite Steinheil en Francia en 1909.

Meg, como se la conocía, no era una dama francesa típica.

Ella nació en Beaucourt, Francia, en 1869, hija de un adinerado industrial. Ya a su temprana edad, era obvio que Marguerite era hermosa, se comprometió a los 15 años con el Teniente Edouard Scheffer. El compromiso finalizó cuando los padres de ella decidieron que el joven soldado no poseía el historial adecuado.

El padre de Meg murió en 1889 y una hermana mayor se la llevó a París. Allí ella conoció a Adolphe Steinheil quien a los 40 años tenía 20 más que ella. Adolphe era un pintor sin éxito – y era feo. Meg se casó con él en un santiamén.

Casi inmediatamente decidió que había cometido un error.

Debido al hecho de que ella estaba embarazada, y antes de pasar por la inconveniencia de un matrimonio, la bella Meg y el poco agraciado Adolphe decidieron mantener las apariencias de un matrimonio feliz hacia fuera mientras cada uno iba por su camino.

Meg empezó a flirtear tan pronto tuvo a su hija. Descubrió que en la alta sociedad parisina era de mal gusto pedir o recibir dinero por favores sexuales. Pero Meg tenía que hacer pagar a sus explotados, por lo que se le ocurrió un plan maestro.

AMANTE DEL PRESIDENTE

Es sabido que Meg impartió favores entre los hombres más célebres de Francia. El pintor, Bonnard, así como el compositor Massenet, que tuvo un interés repentino en comprar cuadros de Steinheil. Incluso el famoso Zola era uno de sus visitantes regulares.

Entonces Meg dio con la gallina de los huevos de oro. Se convirtió en la amante de Félix Faure, el presidente de Francia.

Sus encuentros siempre eran llevados a cabo con la mayor de las discreciones. Ella entraba al Palacio Eliseo por una pequeña puerta en el jardín y era escoltada a un pequeño salón azul. Según Meg, ella siempre ayudaba a Faure con sus memorias.

Entonces, en la noche del 16 de febrero de 1899, mientras estaba acompañado por Meg, el presidente de 59 años de edad sufrió un ataque al corazón. Un grito llamó la atención del sirviente que echó la puerta abajo del salón.

Bueno, amigos, tengo que contarlo tal como ocurrió. Aquí va lo que se encontró el sirviente.

El Presidente estaba casi desnudo en el suelo. Tumbada a su lado tal como su madre la trajo al mundo estaba nuestra Meg. Estaba gritando histéricamente. Dense cuenta que Félix tenía su mano enzarzada agarrando el pelo de Meg. Alguien tuvo que ir por unas tijeras para poder separar a Meg y al presidente. Los ayudantes sacaron a Meg de allá, olvidando su corsé que más tarde encontró en el piso.

El anuncio de la muerte del presidente se retrasó unas horas para poder hacer que Meg fuera vista en otra parte y así acallar lo ocurrido. A pesar de todo, los rumores tienen una facilidad increíble para esparcirse y la gente importante de Francia se enteró de las circunstancias en las que se produjo la muerte de su presidente.

La notoriedad de Meg no hizo nada con respecto a sus ganancias monetarias. Se vio obligada a recibir caballeros de la clase media que no cayeron en el ardid de comprar cuadros. Ellos tan sólo dejaban dinero en efectivo. Nueve años pasaron.

La noche del 30 de mayo de 1908, una sirvienta encontró a Meg atada a su cama. En la habitación de al lado encontró a Adolphe atado y amordazado, un paño dentro de su boca empapado en cloroformo. Él había sido estrangulado con un cordel fino. En otro cuarto se encontró a la madre de Meg atada, también le habían aplicado cloroforma y estrangulada.

La única viva era Meg que parecía estar atada un tanto suelta a su cama. Debido a la pasada amistad de Meg con el presidente de Francia, la investigación se llevó a los niveles más altos.

Meg contó una historia fantástica. Dijo que tres hombres y una mujer entraron en su habitación mientras ella dormía. Todos llevaban puesto túnicas negras y pidieron dinero. Mientras una apuntaba con una pistola su cabeza, los otros fueron al cuarto de su madre. Ella escuchó llorar a su madre y después todo estaba en silencio. Después volvieron le dieron un golpe en la cabeza, la amordazaron y la ataron a su cama.

Algunas evidencias eran conflictivas. Ambos cuerpos tanto el de su madre como el de Adolphe fueron encontrados en posiciones que indicaban que estaban durmiendo al aplicarles el cloroformo. No habían luchado de ninguna manera.

Se hizo un análisis de saliva en la mordaza que se encontró junto a Meg. No se encontró rastro de saliva alguna. Y aún, si se sospechaba de Meg, ¿cuál era el motivo para haber matado a su madre y marido?

La policía descubrió uno

Meg estaba haciéndose valer de sus antiguos trucos. Su último amante, el Sr. Borderel, era un rico católico románico devoto. Le había dicho a Meg que nunca se casaría con ella – incluso si se divorciara. Meg le preguntó si tomaría por esposa a una viuda. Borderel le indicó que eso sería algo totalmente diferente.

ARRESTADA

Seis meses después del doble asesinato, Meg fue arrestada. En menos de una centésima de segundo, su pasado se hizo público. Su juicio se inició el 3 de noviembre, 1909. Fue tal evento que las entradas se vendían en el mercado negro a las puertas del Palacio de justicia. Todo el mundo quería ver a la amante del antiguo presidente.

El sirviente que encontró a Meg testificó que sus manos estaban con la cuerda tan suelta que enseguida se empezó a preguntar por qué no se había liberado ella misma. También testificó que el algodón se había encontrado encima de su almohada. ¿Por qué no había gritado? Meg contestó que justo se acaba de quitar la mordaza cuando el sirviente entró en el cuarto.

En un momento, el sirviente había sido sospechoso de cometer los asesinatos al haberse encontrado algunas joyas perdidas de Meg en su habitación. Meg confesó que en un ataque de pánico las había ella mismo colocado allí para desviar la atención hacia su persona.

Entonces, en una escena que ningún escritor de novelas de misterio se hubiera atrevido a poner en sus escritos, un hombre se levantó en mitad de la sala y anunció que él era el asesino. Él explicó que llevaba puesta una peluca y era el que actuaba como la mujer que Meg había descrito a la policía.

Fue un momento dramático, pero Rene Collard resultó ser un ladronzuelo desempleado que estaba enamorado de la acusada.

Collard fue acusado de mala conducta pública.

Cuando se descubrió que Meg había hecho lo imposible por deshacerse del perro de la familia y llevárselo fuera de la casa esa noche, apareció otra evidencia importante.

La red de evidencias circunstanciales tenía algunas imperfecciones. La defensa apareció con un productor de teatro que mostró evidencias de que se habían robado tres túnicas de su compañía un poco antes de los asesinatos. Después se encontraba la teoría común y comprensible de que nadie incluso Meg mataría a su madre para aparecer inocente por matar a su marido.

Los rumores corrieron por París. El único que causó la mayor especulación fue que Meg había escrito sus memorias. Éstas se iban a publicar tras su muerte, si fuera declarada culpable. Al haberse acostado con algunos de los hombres franceses más conocidos, uno pensaría que este detalle causó bastantes noches de insomnio.

¿QUÉ PIENSA USTED?

El jurado se marchó no con mucho más de lo que usted tiene hasta el momento enfrente. Culpable significaba la guillotina. Inocente significaba la libertad. Antes de leer a continuación, ¿qué piensa usted?

El jurado regresó siete horas más tarde. El veredicto fue inocente. Más tarde se descubrió que el jurado en su primera votación había votado culpable, excepto por una persona. Tras una larga discusión, dos miembros del jurado cambiaron de parecer y votaron por la absolución. Meg se había escapado de la guillotina por un mínima diferencia en la votación.

Marguerite se casó con un aristócrata inglés y se convirtió en Lady Abinger. Murió en Brighton a la avanzada edad de 85 años.

Oficialmente nadie resolvió el amargo problema de quién mató a Adolphe y la madre de Meg.

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