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¿Y dónde están los capos?

Alrededor de 30 toneladas de droga al mes pasan a suelo norteamericano por la “frontera chica”, corredor que une el sureste de Texas con el norte de Tamaulipas, México. Probablemente más de 100 toneladas mensuales son destinadas a alguna urbe estadounidense.

Mientras el gobierno mexicano sobrelleva una campaña tenaz contra el narcotráfico, los capos de la droga se lamentan y se ríen al mismo tiempo. A pesar de todo el amarillismo político que ha promovido el gobierno de Felipe Calderón, los capos siguen traficando libremente el “oro blanco”. No solamente eso, han convertido a este país en la capital latinoamericana del hampa y la criminalidad.

A pocos meses de su envestida contra el narcotráfico, el proyecto de Calderón parece ser inefectivo. Todavía no ha logrado objetivos tangibles. Ninguno de los capos ha sido apresado. Es más, algunos como Osiel Cárdenas Guillén, “el mata amigos”, jefe del Cartel del Golfo, operan desde las penitenciarías mexicanas, ordenando la matanza y destitución de algunos de sus miembros y promoviendo una guerra sin cuartel contra sus enemigos.

Recientemente la campaña de asesinatos ha incluido a periodistas y elementos de la agencia de inteligencia de las fuerzas armadas mexicanas.

Si yo estuviera viviendo en México, el hecho de escribir este artículo estaría atentando contra mi propia vida y el de mi familia.

Por ejemplo, muchos escritores del estado de Tamaulipas han decidido ignorar y no escribir con relación al derrame de sangre que se vivió durante los meses de octubre, noviembre y diciembre del año pasado a raíz del cambio de liderazgo en el Cartel del Golfo.

Osiel Cárdenas, quién se adjudicó el cartel del Golfo tras la muerte de Juan García “la muñeca” Ábrego durante el gobierno de Carlos Salina de Gortari, había ordenado la destitución de Gregorio Sauseda Gamboa (El Goyo) en las operaciones de las ciudades de Reynosa y Matamorros en octubre de 2006. La “Frontera Chica”, como los tahúres de la droga conocen al corredor que une a la frontera noreste de Texas y el estado de Tamaulipas, se había convertido en un punto neurálgico para la transportación de la cocaína andina y otras drogas provenientes del Atlántico.

Debido a su posición geográfica, Joaquín “El Chapo” Guzmán, jefe del Cartel de Sinaloa, también quiso tener control de los puestos de distribución de la Frontera Chica.

El sadismo del Goyo Sauseda no sólo logró contener a las fuerzas del Chapo, sino que permitió al Cartel del Golfo monopolizar el negocio de la cocaína en el estado de Tamaulipas. De acuerdo a un reportaje de la revista Proceso, entre 1996 y 2004, el Goyo controló a su beneplácito el submundo del hampa y algunas esferas del gobierno tamaulipeco.

La arbitrariedad del Goyo Suceda le condujo a su decaimiento. Llegó al poder gracias al siniestro mundo de la droga y sus conexiones políticas, pero también fue doblegado por esas fuerzas que le llevaron al poder. Aparentemente, una coordinación entre políticos y la mafia permitió su derrocamiento.

Mientras tanto, el presidente Felipe Calderón, inició con una campaña dura contra los carteles de la droga en México. Su plan nunca tuvo un plan de contingencia contra los efectos de los enfrentamientos entre militares y narcotraficantes. Por el contrario, el ejército fue ordenado a desplegarse sin un rumbo fijo y sin objetivos claros. “Agarren al que puedan” fueron las premisas de su plan.

Los militares viajaron alrededor de México sin brújula. A su paso por las zonas afectadas, los uniformados cometieron abusos de autoridad, violando los derechos constitucionales de los pobladores rurales y, en algunos casos, despojándolos de sus propiedades.

Así, un plan efectivo contra el narcotráfico tiene que estar acompañado con un proyecto económico. Al fin y al cabo, la gente se une al narcotráfico por falta de trabajos. Mientras no exista un plan macroeconómico de contingencia contra la pobreza y mientras el gobierno continúe con sus políticas salvajes de corte neoliberal, el siniestro mundo del hampa seguirá creciendo en México.

Por otra parte, es necesario que el plan contra el narcotráfico incluya el enjuiciamiento de líderes políticos y administrativos del gobiernos, así como también el apresamiento de los peces gordos del narcotráfico. Mientras eso no ocurra, la credibilidad de cualquier plan contra el narcotráfico estará en duda.

Dr. Humberto Caspa es Profesor adjunto en la Universidad Estatal de California Long Beach. E-mail: hcletters@yahoo.com

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