Religión y Muerte

Periodista, escritor, consultor y coach federado.

Especializado en religiones, liderazgo y desarrollo personal.

El 16 de este marzo un niño nacido en Gaza de 11 años llamado Abdullá Kouran, se disponía a cruzar el límite entre los territorios palestinos e Israel con dos pesados bolsos. En el check point los soldados judíos le preguntaron qué llevaba, con la sinceridad propia de un niño, dijo que en uno estaban sus libros de la escuela, ya que estudia en Israel, pero ignoraba el contenido del otro. Y explico espontáneamente: “Un señor me pidió pasarlo y dijo que un familiar suyo vendría en mi busca para recibirlo”. “¿Conoces a ese señor?” “No; me pagó cinco shekels (un dólar) para llevar su bolso”. El oficial del ejército israelí descubrió que contenía tres kilos de explosivos preparados para ser activados a distancia por medio de un teléfono celular. A la semana siguiente, el 24 de marzo, fue descubierto el adolescente con retraso mental Hassan Abdo, de 15 años, con un cinturón de explosivos disimulado bajo su chaqueta, en la frontera que separa Israel del Líbano, y se repitió la misma historia. Los pequeños Abdullá y Hassan iban a ser convertidos en mártires-asesinos de mucha gente sin siquiera habérsele preguntado si estaba de acuerdo. Las bombas fueron detonadas y los niños retornaron a sus hogares sanos y salvos, donde los pudieron entrevistar los periodistas, sus familias, que no militan en ninguna organización armada, se enfurecieron por los abusos que vivieron sus niños.

Todas las semanas ocurre algo parecido, la mayoría de los casos son identificados en los check point de las fronteras, pero los pocos que pasan terminan asesinando a multitud de inocentes en Israel, incluso a sus ignorantes mártires. El dolor afecta a muchas madres de los homicidas suicidas, porque saben que bajo el control de las organizaciones terroristas, quienes se oponen a la guerra sufren impotencia y desesperación. La madre de Wafa Idris, la muchacha que se hizo explotar en Jerusalén, no pudo contener las lágrimas y confesó que no consiguió retener a su hija frente a la presión de los líderes. Peor aún: no puede expresar en público sus sentimientos por miedo a las represalias.

Nadie se atreve a decir lo que piensa ni en Gaza ni en el Líbano, nadie se ocupa de los musulmanes moderados. Ni siquiera se los menciona. Muchos creen que los musulmanes son una comunidad homogénea, volcada fanáticamente hacia el camino violento para conseguir su emancipación. No es así. Poco se habla de quienes detestan ese camino y maldicen el día en que llegó Arafat, Ben Laden, Hussein y otros. Maldicen con más fuerza a las organizaciones armadas que bloquean las perspectivas de un arreglo negociado y cuyo poder, con respaldo internacional, fundamentalmente europeo, (dinero y prensa), crece día tras día.

Al Qaeda, Hammas, Hizbullah, Jihad Islámica, Al Fatajh y demás organizaciones armadas son competidoras de la autoridad civil y gubernamentales, ocupan espacios políticos y militares en distintos países, como Líbano, o Palestina conforman el más pétreo obstáculo para llegar a un acuerdo mutuamente aceptable, por estos países e Israel; Incluso cuando estos países están al borde de firmar la paz, sucede algún acto terrorista que la ensombrece, ya que a los musulmanes fanáticos no le interesa la paz con occidente, porque Israel representa la democracia y la libertad, y a los fanáticos les interesa la teocracia y la debilidad del pueblo islámico, para poder controlarlo. Si luchamos para debilitar el campo del terror lograremos que fortalezca el campo de los moderados, los únicos que se jugarán por la paz.

Mahoma y el siglo XXI

En el siglo XX vivimos tres guerras mundiales, las dos conocidas y la tercera que se caracterizo por desarrollarse en forma de guerrillas, en Vietnam, Corea y Latinoamérica. Todas estas guerras fueron por el poder y el dinero, por ocupar tierras y mercados, entre pobres y ricos, por el oro y el petróleo.

El siglo XXI se inicio el 11 de setiembre del 2001 en donde comenzó la cuarta guerra mundial, pero la diferencia es que todos creíamos que las guerras religiosas habían quedado sepultadas en el siglo XI. Es decir que comenzamos el retroceso a la oscuridad del profundo medioevo de 900 años atrás.

La guerra del siglo XXI no es por dinero ni el petróleo, musulmanes y judeo-cristianos tienen ambas cosas, no es por las tierras y el poder, musulmanes y judeo-cristianos tienen ambas cosas, no es entre ricos y pobres, musulmanes y judeo-cristianos tienen ambas cosas, la guerra del siglo XXI es por la mente, por el pensamiento, por las creencias, por las libertades… por la forma de vida.

Samuel Huntington el autor de la teoría del “choque de civilizaciones”, quien afirmaba ya en 1993 que los principales conflictos mundiales del siglo XXI no serían entre ideologías ni entre estados-nación, sino entre civilizaciones con sistemas de valores distintos. En su libro vaticino un enfrentamiento entre las culturas, que nadie tomo en cuenta hasta ahora, cuando encendemos la TV y vemos imágenes amenazadoras, en donde se mezclan los esfuerzos de Irán y Corea del Norte por hacerse de energía nuclear y el enojo desatado por las caricaturas del profeta Mahoma, como si un director de Hollywood estuviera elaborando un guión sobre los temores más sombríos de Huntington.

Cada vez que los terroristas asesinos mesiánicos atacan a ciudades del mundo civilizado matando e hiriendo a cientos o miles de personas que su único pecado es ir a trabajar o estudiar, como usted o yo, siento la misma desesperación, indignación e impotencia.

Recuerdo que el Papa Juan Pablo II expresó en la encíclica Sollicitudo rei sociales “que aun cuando se aduzca como motivación de las acciones inhumanas cualquier ideología o la creación de una sociedad mejor, los actos del terrorismo nunca serán justificables”.

Los ataques en Londres, Madrid y New York tan sólo apuntan a generar pánico y destrucción, y cuyos responsables están bien lejos de aspirar a crear una sociedad mejor. Esta clase de atentados se dirigen a infundir temor en la opinión pública, creando inseguridad y miedo a los ciudadanos del mundo civilizado.

Las naciones del mundo no pueden ni deben sucumbir ante la lógica infernal que proponen las bestias asesinas, que gozan diseminando el terror en el mundo. En su camino de odio los terroristas matan al azar, aun sabiendo que sus víctimas serán personas indefensas, pasajeros de un tren, transeúntes, personas mayores, mujeres embarazadas, niños…Es ése el ideal -si se lo puede llamar así- espectral, monstruoso, sobre el cual se sustenta la lógica del terrorismo, que se ha convertido en el peor enemigo de la humanidad.

No puede haber excusas para no respaldar una lucha frontal contra las organizaciones que promueven y financian el terrorismo en el mundo. Las naciones democráticas y comprometidas con la defensa de los derechos humanos deberían unir sus esfuerzos para erradicar estas maquinarias de la muerte, dejando de lado conveniencias políticas o ideológicas coyunturales para enfrentar a quienes atentan contra la vida humana y la paz.

Israel, la única democracia de medio oriente

Israel es la única democracia de medio oriente y es la última frontera de nuestra civilización, si algo le ocurriera al Estado de Israel, se vendría abajo el bastión que protege nuestro modo de vida, nuestros valores y nuestra democracia en medio oriente. Cuando el ejército israelí es obligado a atacar al sur del Líbano, esto se debe ver como un episodio bélico de autodefensa que trata de acabar con la impunidad de Hizbullah, un grupo chiíta que practica el terrorismo contra el mundo occidental, con el amparo del régimen sirio-libanés.

El asesinato de ocho soldados, el secuestro de otros tres, mas los ataques a su territorio desde Gaza y el Líbano desataron una lógica reacción Israelí, contra los terroristas y los gobiernos autoritarios, las autocracias y las monarquías absolutistas. La mayoría de los actuales gobiernos árabes, apoyados en una supuesta incompatibilidad de la cultura islámica con la democracia, fomentan las tendencias más fundamentalistas de la religión y ponen al enemigo afuera de sus fronteras. Así alimentan el espíritu nacionalista, cultivan el sentimiento de victimización de sus pueblos y consiguen el apoyo necesario para seguir abusando de su poder interna y externamente. El gobierno Israelí sabe que el primer ministro del Líbano, Fuad Siniora, no tiene poder sobre el grupo terrorista Hizbollah, y todo el mundo sabe que Siria e Irán respaldan esas acciones, por eso el ataque al Líbano es el mensaje que les envía a los otros dos países y a aquello que apoyan el terrorismo internacional.

Ante los ataques israelíes, no es el ejército libanés el que responde, sino Hizbollah, y con un armamento que se desconocía que tuviera. El Líbano, con un presidente pro sirio y un parlamento supuestamente anti sirio, está desgarrado por sus contradicciones. El gobierno niega ser responsable por los secuestros de soldados israelíes, pero uno de los ministros se manifiesta orgulloso por “la resistencia de los libaneses”, mientras otro se queja de que el vicepresidente sirio (Faruk Chara) “ordene las acciones de Hizbollah y después sean los libaneses los que pagan las consecuencias”.

Los secuestros de los soldados y la respuesta israelí se dieron tras una serie de acontecimientos que pueden servir para entender las intenciones de cada una de las partes: Pocos días antes del primer secuestro, en Gaza, un grupo de líderes palestinos presos en cárceles israelíes presentó un proyecto que, si era aprobado por el actual gobierno palestino de Hammas habría significado el reconocimiento implícito al Estado de Israel. Una facción intransigente pero poderosa de Hammas (liderada por Khaled Mashal, exiliado en Siria y apoyado por Irán) habría promovido el secuestro del soldado israelí Guilad Shalit para provocar la crisis y evitar el tratamiento del proyecto. De esta forma, Siria e Irán también envían un mensaje a Israel sobre sus intenciones.

Por otro lado Hizbollah (que es una organización libanesa, pero se solidariza con los palestinos de Hammas) es el responsable del ataque a un grupo de soldados israelíes que terminó en la muerte de ocho de ellos y el secuestro de otros tres, y se produjo en momentos en los que en el Líbano se debatía cómo y cuándo desarmar al grupo terrorista que esta infiltrado en su país. Este debate es porque en el Líbano es muy difícil parar a Hizbollah, para los libaneses es muy difícil ir contra un grupo de gran influencia, con un brazo armado que entrena terroristas para distribuirlos por el mundo, apoyando a Al Qaeda, Hammas y otros, que incluso cuenta con representación parlamentaria. Se complica, además, porque Hizbollah tiene la voluntad política y el apoyo externo para constituirse prácticamente en un Estado dentro del Estado. Al igual que lo hacía Hammas en Gaza antes de llegar al poder, Hizbollah ocupa en el Líbano los vacíos que deja el Estado. Asiste como una especie de Ministerio de la Solidaridad a quienes ven insatisfechas sus necesidades básicas y recluta por la misma vía a sus militantes suicidas. Por otra parte Irán, esta consolidando su hegemonía regional, sobre Siria y los palestinos.

Mientras las cosas sigan así, tendremos que soportar las imágenes que llegan de Medio Oriente, con todos sus muertos y todo su dolor, aumentado a lo indecible cuando se trata de niños, ancianos, mujeres, ya sean judíos, cristianos o árabes, todos víctimas del mismo odio religioso y la misma miserabilidad humana, musulmana, judía o cristiana, en nombre de un Dios que, aunque le cambien el nombre, siempre es el mismo para todos, que nos dio la vida con una sola misión, que nos amemos, que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Espero ver el día que esto ocurra.

Hasta la proxima.

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