Por Amar a Dos Personas a la Vez

Quizá amar a dos o más personas a la vez no sea una aberración. Se trata de una situación muy real, tan común que no deberíamos juzgarla como si fuésemos inmunes. Le puede suceder a cualquiera en forma imprevista y con la persona menos esperada. Se piensa que amar a dos personas al mismo tiempo es un acto de egoísmo, una falta de compromiso, una traición sentimental, una falta de madurez, un capricho del momento, etc.
Hace milenios las uniones ocurrían de manera normal con distintas personas. Pero de unos cientos de años al presente la sociedad occidental decretó la monogamia. Por cuestiones que nada tienen que ver con el compromiso o el amor, tal como hoy lo entendemos, este tipo de acuerdo resultó la mejor opción para la estructura social y mercantil. Desde entonces la monogamia no sólo se convirtió en lo “normal”, también se instaló como la única forma de mantener un sentimiento amoroso legítimo y sin culpa.
La historia de la humanidad y el arte, nos han venido mostrado que este esquema no ha funcionando muy bien. Más de la mitad de las historias que conocemos tienen que ver con triángulos amorosos, amores imposibles y delitos pasionales que cambian de nombre y de rostro. Actualmente, con los cambios sociales de los últimos doscientos años, la vigencia de este acuerdo conyugal se ha venido poniendo en duda.
Se nos ha manejado que la pareja que hemos escogido es nuestra alma gemela, nuestra otra mitad, nuestro complemento, etc. Y que es la única que puede satisfacer nuestras necesidades tanto emocionales, como sexuales, económicas y sociales. Pero esta idea deposita la responsabilidad de la permanencia de la unión en una sola persona. A la hora de los conflictos, quien tenga miedo a la soledad terminará por echarse la culpa de todo con tal de no perder la relación.
La moral ortodoxa ya no se adapta a la psicología emocional del ser contemporáneo. estamos superando el concepto dualista de: lo amo o no lo amo, para contemplar toda una gama de matices intermedios. Basta revisar la diversidad de nombres para designar los distintos tipos de relaciones amorosas o sexuales que van surgiendo, los que dependen de la intensidad del sentimiento y de los compromisos que cada relación acepte.
Es casi imposible definir cuál es nuestra normalidad, ya que todo individuo ha pasado por el tamiz de la aculturación. Además, no existen dos seres humanos iguales. No pensamos igual, no sentimos igual y no somos felices por las mismas razones. La persona que escogemos como proyecto de vida, nunca podrá llegar a ser “a nuestra imagen y semejanza” Y ahí es donde el amor y el razonamiento comienzan a operar de maneras muy diferentes creando serias crisis en las relaciones de pareja.
Algunas personas se escandalizan con la idea de amar a dos o más personas a la vez. El solo pensar que existiera la posibilidad, les sigue siendo un acto que transgrede la normalidad, ya que nuestros valores están construidos sobre el concepto de la monogamia. Siglos de educación moral nos han programado a sentirnos culpables, cuando eso que sentimos difiere de lo que la sociedad medieval consideraba como “lo correcto”
Por lo tanto, hablando de acuerdo a la moral predominante y con la cual podemos estar o no de acuerdo, pensar en otro esquema de relación de pareja es casi imposible. Por lo tanto nos vemos forzados a elegir entre una persona u otra, aunque eso nos provoque conflictos, culpas, remordimiento, duelo, resentimientos, y una eterna infelicidad.
Antes de iniciar una relación, lo más saludable sería hacerle saber a la pareja nuestra forma de pensar al respecto. Pero en la realidad, el simple intento de plantearlo adquiere un matiz de traición anticipada o de un carácter puramente cínico y racional. Aquí la guía profesional se torna indispensable. Cada quien debe decidir hasta dónde oculta y qué tanto donde revelar de su sentir interno, tal como corresponde hacerlo a una persona que desea ser emocionalmente estable e inteligente.

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