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Madres: Contra viento y marea

Arlett Mendoza

En la actualidad, existen muchas mujeres que son cabezas de familia, quienes con esfuerzo y tesón llevan la responsabilidad, no sólo de satisfacer las necesidades básicas de sus hijos, sino también de inculcarles valores que los ayuden a ser adultos plenos en el futuro.

Éste es el caso de Raquel Chávez, de 31 años, quien comparte: “Cuando me embaracé de Daniela, mi primera hija, tenía 19 años y cursaba los primeros semestres de la universidad, la noticia aunque me sorprendió, no me afectó emocionalmente, pues no fui capaz de comprender la responsabilidad que implicaba ser madre. Además, al principio conté con el apoyo de mi pareja. Sin embargo, cuando me dieron la noticia de que estaba embarazada de Miguel Ángel, mi segundo hijo, tenía una semana de haberme separado. Supe que el reto que se aproximaba era complicado, pero sabía que valdría la pena enfrentarse a los obstáculos, porque dar vida a otro ser es una gran dicha”.

Cuando no se cuenta con el apoyo de la pareja es deseable que algún familiar del sexo contrario conviva el pequeño. “Esto es debido a que el niño busca la imagen paterna para completar su identidad y establecer patrones de conducta que le permitan relacionarse”, comenta el maestro en psicología Manuel Alfonso González.

Raquel afirma: “En mi caso, conté con el apoyo incondicional de mi familia. Mi padre y mi cuñado me han ayudado a darles a mis hijos la imagen paterna que necesitan para desarrollarse emocionalmente sanos. Los tres hemos platicado con Daniela y Miguel Ángel y les hemos comentado que ellos deben tener la seguridad de que nosotros los amamos y los apoyamos”.

Educar a los hijos siendo la mujer la principal responsable de su formación, es una labor que a pulso de trabajo labra su templanza y favorece el disfrute de la realidad desde una perspectiva más consciente. “Mis hijos me dieron la fortaleza para aceptar que eran totalmente mi responsabilidad, ellos me impulsan a ser mejor persona. Cuando empecé a observarlos, a platicar y a jugar con ellos, fue cuando disfruté a plenitud el ser madre. Mis hijos son una recompensa de amor, con ellos aprendí que es más placentero dar y la mejor gratificación es ver que crecen felices”, reflexiona Raquel Chávez.

Así, enfrentar la adversidad durante la maternidad es un esfuerzo que enriquece el espíritu, pues en su trabajo va inmersa la profunda responsabilidad de otro ser humano que será pleno en la medida en que alrededor del niño se genere un ambiente de amor, comprensión y seguridad que lo lleve a lograr un desarrollo integral.

“Somos buenos, seamos mejores”.

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