Los Reproches en La Pareja

No existe la pareja ideal, ni tampoco nadie es dueño de toda la verdad. Semejante actitud imposibilita la avenencia en la pareja. El peligro de todo diálogo es que, frecuentemente se vuelve una acusación constante, donde se tortura, se ataca y se acusa recíprocamente, para concluir más apartados que nunca. Por eso conviene que ambos tengan la prudencia de ejercer la auto crítica.
Se debe hacer un alto a la hora de las recriminaciones y preguntas embarazosas, para auto examinarse y verificar hasta qué punto podemos ser sujetos de censura. Es muy común que uno proyecte sus fallas y limitaciones en el otro. Con una actitud de auto análisis, la conversación se desarrollará bajo un clima de lucidez, calma y comprensión.
La identificación en la pareja requiere un largo periodo de aprendizaje, adaptación, y un permanente recomenzar. Será necesario repetir durante toda una vida la misma observación, o formular la misma petición. Sucede que simplemente se olvidan fácilmente los conceptos y no se logra crear el hábito. En la pareja la paciencia es importante, ya que la mayoría de las veces se discute por cosas sin importancia, que al multiplicarse se hacen insoportables.
Para que el diálogo sea un instrumento de aproximación, no debe llevarse a cabo en términos agresivos, sino por el contrario, de la forma más agradable. De otro modo, solo se estarán defendiendo y atacando si haber presentado opciones de solución.
Al encontrarse cara a cara para analizar la situación, es imprescindible el sentirse amado y aceptado. Los roces cotidianos crean una antipatía reprimida, que tarde o temprano explotará. Si triunfa la antipatía, el diálogo se hace denso y las personas se cierran en sí mismas en donde nadie quiere escuchar a nadie.
Una vez que se han acumulado resentimientos, la irritación se traduce en un marcado enfriamiento de las relaciones. No se es hostil al otro; se es fríamente indiferente. Evidentemente, esto es algo que aumenta la separación y cierra todo acuerdo. Sólo la amorosa simpatía asegura un final feliz.
El proverbio: “No toda verdad es para ser dicha” nos recomienda que es mejor callar algunas palabras, porque al decirlas solo lograríamos herir y evitar el entendimiento. Existen silencios que deben ser respetados, secretos que son inviolables. No todo ha de decirse, ni tampoco todo debe preguntarse.
Una de las formas de respeto a la pareja consiste en evitar preguntar o insistir cuando no es conveniente. A veces las verdades se ocultan cuando suelen ser demasiado dolorosas. La discreción es la clave de los diálogos conyugales. Es decir, debe discernirse de antemano qué pueden comunicarse y qué debe silenciarse. La verdad no debe ser expuesta en cualquier momento, mucho menos cuando se está dominado por la cólera, los celos o la tristeza profunda. Se buscará con la inteligencia y no con la pasión, el momento oportuno, porque a veces aun no lo es, y otras ya dejó de serlo.
Debemos imprimir a la comunicación una constancia regular, para evitar que aumenten las incomprensiones y se acumulen los problemas. Porque después de una pelea suspendemos ese diálogo, a veces por tiempo indefinido. Y después viene la pregunta: ¿quién de los dos debería iniciar de nuevo la comunicación? Será el más inteligente quien deba reiniciarla.
Es necesario tener algo importante que decir para poder hablar, o de lo contrario, reinará la monotonía y la conversación será larga y aburrida. La palabra nace de lo que pensamos. Por lo tanto debemos pensar muy bien antes de hablar, tal como acostumbran hacerlo las parejas emocionalmente inteligentes.

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