Ese viejo “hombre nuevo”
That old “new man”
Suele pasar cada cierto tiempo. Después de decepcionarse por su tendencia natural hacia el mal, el mundo occidental da un salto irracional hacia el optimismo: deifica su razón y anticipa una utopía. Sucedió con el llamado Renacimiento del siglo XV y volvió a surgir con fuerza inusitada a comienzos del siglo XX, impulsada por los efectos de la revolución industrial.
Stefan Zweig ―refiriéndose al período 1900-1910―, escribe en su libro “El mundo de ayer. Memorias de un Europeo”, que en ese momento: «Nunca fue Europa más fuerte, rica y hermosa; nunca creyó sinceramente en un futuro todavía mejor». Y el doctor de Oxford, John C. Lennox, agrega en su libro “Contra la corriente” que «reinaba un optimismo desenfrenado en el potencial humano y la utopía estaba a la vuelta de la esquina».
Luego vinieron las dos guerras mundiales y el pesimismo del hombre en sí mismo volvió. La filosofía se volcó al existencialismo y al nihilismo: estábamos perdidos de nuevo.
Hoy, sin embargo, ese ciego optimismo está volviendo a surgir en forma de una especie de fundamentalismo biológico y tecno cientificista basado en las NBIC (nanotecnologías, biotecnologías, tecnologías de la información y ciencias cognitivas). Su nombre: “transhumanismo” y su objetivo final: crear al “post-humano”, un nuevo ser perfecto que sustituya al hombre.
El “Manifiesto transhumanista”, lanzado el 4 de marzo 2002, lo presenta así: «Prevemos la viabilidad de rediseñar la condición humana». Y Eric Schmidt, el CEO de Google, lo recalcó en 2011: «Si lo hacemos bien creo que podremos reparar todos los problemas del mundo». Algunos han bautizado a esta fe tecnófila como “solucionismo” y hasta hablan de la nueva guerra entre “bioconservadores” vs “bioprogresistas”.
El proyecto transhumanista ya está en marcha en los laboratorios, las universidades, los centros de investigación y las grandes empresas, y se busca con emoción la “singularidad”, aquel momento en que la robótica y la inteligencia artificial superen lo biológico y lo humano, y reemplacen al hombre. Aquí es ―dicen― donde debe darse el sueño prometeico: «fabricar niños superiores, cuerpos sin edad y almas llenas de felicidad». Todo basado en la reducción ingenua de la conciencia humana a un simple reflejo mecánico de la maquinaria cerebral.
Está surgiendo, entonces, una nueva religión laica que promete elevar la humanidad al infinito, a una nueva utopía. Aunque, al final, sólo sea la misma fantasía de siempre: auto salvarnos a través de crear a ese viejo hombre nuevo.
It usually happens from time to time. After being disappointed by its natural tendency toward evil, the Western world takes an irrational leap toward optimism: it deifies its reason and anticipates a utopia. It happened with the so-called Renaissance of the 15th century and re-emerged with unusual force at the beginning of the 20th century, driven by the effects of the industrial revolution.
Stefan Zweig ― referring to the period 1900-1910, writes in his book “The World of Yesterday. Memoirs of a European”, who at the time: «It was never Europe stronger, richer and more beautiful; he never sincerely believed in an even better future». And Oxford’s doctor, John C. Lennox, adds in his book “Against the Current” that «unbridled optimism reigned in human potential and utopia was just around the corner ».
Then came the two world wars and the pessimism of man himself returned. Philosophy turned to existentialism and nihilism: we were lost again.
Today, however, that blind optimism is re-emerging in the form of a kind of biological fundamentalism and NBIC-based techno-scientificist (nanotechnologies, biotechnologies, information technologies and cognitive sciences). Its name: “transhumanism”” and its ultimate goal: to create the “posthuman,” a new perfect being that replaces man.
The “Transhumanist Manifesto”, launched on 4 March 2002, presents it as follows: “Let us foresee the feasibility of redesigning the human condition”. And Eric Schmidt, Google’s CEO, stressed it in 2011: «If we do it right, I think we can fix all the problems in the world». Some have dubbed this technophilia faith “solverism” and even talk about the new war between “bio conservatives” vs “bio progressists.”
The transhumanist project is already underway in laboratories, universities, research centers and large companies, and “singularity” is sought with emotion, that moment when robotics and artificial intelligence overcome the biological and the human and replace man. Here is, they say, where the promise dream must be given: “to make superior children, ageless bodies and souls full of happiness”. All based on the naive reduction of human consciousness to a simple mechanical reflection of brain machinery.
A new secular religion is emerging, then, promising to elevate humanity to infinity, to a new utopia. Although, in the end, it is just the same old fantasy: self-saving through creating that old new man.