“¡No ha hecho nada en absoluto!”
“No has hecho nada. El juez te pidió 40 horas de servicio a la comunidad. ¿Cuántas has hecho?” “Es que no las puedo pagar”. “Te pidió 65 días de trabajos en libertad. ¿Cuántos has hecho?” “No los puedo pagar”. “Te pidió 52 clases de Violencia en la Familia. ¿A cuántas has ido?” “Tampoco las puedo pagar”. Consternado, el abogado defensor continuó. “Y ¿cómo sabes que no puedes pagar por nada de eso? Ya fuiste a preguntar?” “No. Es porque vivo muy ajustado con lo que gano, y tengo que mantener a mis dos niñas; yo soy el que tengo la custodia. Tendría que dejarlas con alguien que las cuide, y no tengo con qué pagar por eso.” “El juez dijo que quiere meterte preso ahora mismo por incumplimiento de esas órdenes.” “Pero entonces mis niñas van a quedar solas, ¿es eso lo que quiere el juez?” “El tema es que usted prometió cumplir, y no ha hecho ¡absolutamente nada!” Finalmente el juez le dio una semana para encontrar alguien que cuidara de sus niñas mientras él cumplía 60 días de cárcel. “Si no se presenta, iremos por usted. A usted lo llevamos preso, a las niñas a un hogar de crianza. ¿Entendido?”
Con frecuencia escuchamos de grandes empresarios o estrellas de farándula o el deporte que establecen fundaciones de caridad. Nos impresionan las millonarias sumas de dinero que reparten para fines humanitarios: luchar contra ciertas enfermedades, inequidades sociales, construcción de viviendas, clínicas y hospitales. Hasta que escuchamos el verdadero valor del capital personal de estas personas. Supera astronómicamente a las cifras que han donado para fines caritativos. Luego los conocedores comentan que los donativos tuvieron también la finalidad de reducir sus impuestos y que en comparación a la mayoría de la población, pagaron un porcentaje de impuestos muy por debajo de los demás. ¡Gracias que hicieron el bien que hicieron, y el que harán! Pero no deja de susurrarse el comentario que en comparación a lo que de veras tienen, ¡no hicieron absolutamente nada! Y aunque hubieran dado todo, como algunos de veras sí lo hacen, ante Dios, no cuenta para nada. Hubo solo uno que sí lo dio todo. Dice la Escritura, “Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos” (2 Corintios 8:9). ¿Qué? ¿Ricos por medio de su pobreza? Ese es el misterio del tribunal de arriba. Él se hizo pobre, el más pobre, para llenarnos de una riqueza incontable que supera toda riqueza material. “¿Cuál, pero cuál riqueza? ¿Dónde la encuentro? Y, ¿de veras que es por gracia?” Pregúntale, pregúntale, porque el Juez te está cobrando lo que solamente puedes pagar ¡con su rica pobreza!
Por: Haroldo S. Camacho, Ph.D. Detalles han sido cambiados para proteger identidades. Informes: haroldocc@hotmail.com.