Reabre Londres su Museo del Transporte

Presenta el inmueble, tras varios meses en remodelación, la historia de dos de sus transportes más emblemáticos: el metro y los autobuses de dos pisos

Orgullosa de unas de sus señas de identidad más reconocibles, Londres reabre este jueves, después de dos años de reformas, las puertas de su Museo del Transporte para dejar ver el pasado, presente y futuro de sus autobuses de dos plantas y su famoso “underground”.

Con esta reapertura, que sigue a varios meses de trabajos de remodelación, la capital británica recupera, con una imagen más innovadora, un museo que encierra la historia de uno de sus iconos que la ha hecho pionera en varias ocasiones a lo largo de los últimos siglos: el transporte público.

En esta nueva etapa, el Museo del Transporte de Londres se adentra en la oferta de transporte público de otras cinco ciudades -Delhi, Nueva York, París, Shangai y Tokio- para conocer, a través de imágenes de video tomadas por usuarios, la visión que los habitantes de otras urbes del planeta tienen de sus propias redes.

“Queremos decir al mundo que el transporte público es un plan de existencia para todas las ciudades, no sólo Londres”, dice el responsable de la exposición, Oliver Green, en un recorrido previo a la apertura de un museo en el que el claro protagonista es el metro, el popular “Underground”.

Inaugurado en 1863, el suburbano de Londres, que sirvió de inspiración para el de Madrid, se mantiene hoy como uno de los medios de transporte públicos más cómodos, aunque su funcionamiento, según Green, dista mucho de aquel que tenía hace ahora casi 150 años.

“Los primeros trenes fueron a vapor, lo que hacía imposible de soportar la atmósfera de las estaciones. Intentaron reducir las emisiones de humo con una especie de chimenea que terminaba en un recipiente en el que se convertía en líquido, pero el sistema no era muy efectivo”, comenta el responsable.

“Y para conseguir que la gente siguiera utilizando el metro, incluso, llegaron a persuadir a varios doctores para que recomendaran como beneficioso respirar su humo”, añade.

Una réplica de una de aquellas máquinas de vapor sirve de ejemplo visual a esa realidad ahumada que los primeros usuarios del metro de Londres tuvieron que vivir y que terminó con la final implantación del sistema eléctrico a finales del siglo XIX.

Desde que en 1890 se abriera la primera red de metro eléctrico en la ciudad, la situación de los viajeros mejoró considerablemente, aunque no del todo, pues el tamaño reducido de las escasas ventanas de los primeros vagones les llegaba a agobiar.

“Esto hacía que los viajeros sintieran verdadera claustrofobia. Además había un encargado de abrir y cerrar las puertas y de anunciar el nombre de la estación a la que se había llegado pues la gente no podía ver los carteles de fuera”, incide Green.

Si bien esa sensación de agobio hoy no ha desaparecido ante la falta de refrigeración en muchas de las líneas del suburbano, unos 1.000 millones de usuarios utilizaron el año pasado un metro que actualmente es dos veces más rápido que cuando echó a rodar en 1860.

“En un principio, el metro se construyó como solución a la movilidad del centro, pero después se convirtió en medio necesario para el desarrollo de la periferia, pues la clase media tuvo que mudarse a las afueras para poder tener su propia casa”, explica el responsable, para quien el transporte jugó un papel “clave” en el crecimiento de Londres.

“Hacia 1800 Londres era la ciudad más grande del mundo y fue la primera en alcanzar el millón de habitantes. Era una ciudad pequeña en cuanto extensión, aunque muy poblada. Sin duda, el posterior desarrollo urbanístico de la ciudad que vemos hoy comenzó con el uso y ampliación del transporte público”, añade.

Al metro, convertido en símbolo de la ciudad gracias, sobre todo, a un logotipo muy reconocible, le acompañan en este museo los famosos autobuses de doble planta como iconos propios del paisaje urbano de la capital británica.

La exposición recorre la historia del servicio de autobuses de la ciudad y acoge en su planta baja varios ejemplares de los conocidos en Londres como “double-decker buses” (autobuses de dos plantas), que en su versión roja, la más popular, fueron implantados hacia la mitad del siglo XX.

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