Paro Nacional: Relevar al Ejecutivo no resuelve el quid de la violencia del mexicano retrato de un liberal salvaje

México está de luto con una legitima indignación popular por del drama nacional que desembocó la barbarie en Iguala con los desaparecidos hoy occisos jóvenes de Ayotzinapa trae a la escena pública al patíbulo nacional, la exigencia ciudadana de responsabilizar a un hombre, con la equivoca idea que al demandar la renuncia del Presidente de México, Enrique Peña Nieto se va a conjurar la violencia en nuestro país, cuando ningún tomador de decisión política, con excepción de autoridades locales en Querétaro han asumido la Cultura de Paz en México, como condición sine quan non para hacer del dolor y clamor de un país que a gritos pide un cambio de fondo y no solo de forma ante la violencia estructural, cuya nube de humo es el crimen organizado coludido con autoridades, hecho execrable pero no de mayor trascendencia que la incredulidad, indolencia e indiferencia de la identidad cultural del mexicano como retrato de un liberal salvaje, cuyo encabezado titulo la revista nexos de sueños y aspiraciones de los mexicanos.
El trasfondo de la violencia estructural que lacera a México, como lo observa la aguda mirada del filósofo alemán Nietzsche, quién citó que la espesura del bosque no nos impida ver la raíz, estriba en el arcaico paradigma social de endosar la responsabilidad del Estado a las instituciones gubernamentales, que si bien los ciudadanos no somos responsables necesariamente de la espiral de la violencia, siempre somos corresponsables de la solución, figura que no ha permeado en el imaginario colectivo el asumir al Estado como el ascenso superior de un pueblo en su acción histórica.
El estudio en comento examina las motivaciones de los mexicanos ¿Qué sueñan, qué esperan, qué anhelan, repudian o añoran de su país y de ellos mismos? ¿En qué confían, cómo se definen frente al futuro y frente al pasado? ¿Quiénes son aquí y ahora, más allá de generalizaciones sociológicas y estereotipos históricos? La tarea fue emprendida mediante un amplio estudio de rango nacional. Un primer componente fue cualitativo, hecho por la empresa Lexia, en grupos de discusión (open groups), con entrevistas a gente de todos los niveles socieconómicos, ocupaciones y edades, en todas las regiones del país. El otro, cuantitativo, fue una encuesta levantada por la empresa Gaussc en mil 794 hogares, durante la última semana de noviembre del año 2010.
El estudio cualitativo ofreció las guías para el cuestionario de la encuesta cuantitativa y dio el marco para la interpretación. La encuesta identificó nueve dimensiones de la sensibilidad nacional mexicana: las aspiraciones y problemas básicos de los mexicanos, los factores que inhiben el futuro deseado, el esfuerzo requerido para alcanzar los sueños buscados, la forma en que los ciudadanos se ven a sí mismos, la forma en que ven el país, la potencialidad de México en el orden mundial, el estado del nacionalismo revolucionario, los niveles de acceso y consumo de información. Los resultados del estudio arrojan varias sorpresas.
La primera es el profundo individualismo. En proporción abrumadora los mexicanos creen en sí mismos más que en el país donde viven. Todo o casi todo lo esperan de su propio esfuerzo, poco o nada de la calidad política, económica o social de la nación que han construido.
A falta de un sueño común o una visión solidaria que vincule los destinos individuales, los mexicanos tienden a poner sus sentimientos de pertenencia en la familia. No existe más, si alguna vez existió, algo parecido a un sueño o una aspiración común, un sueño mayoritario que comparta siquiera la mitad más uno de los mexicanos. Se diría que la unidad nacional ha volado en pedazos.
La apuesta al propio esfuerzo y el refugio en la familia como mundo nuclear, dibuja, con fuertes trazos, la imagen de un ciudadano que desconfía correlativamente de sus elites dirigentes, en particular del gobierno, y mira hacia el país con un sentido crítico acusado que incluye el resentimiento de creerlo un país rico y no haber recibido suficiente de él.
La confianza casi irrestricta en sí mismo y la desconfianza radical en el Estado y sus instituciones arrojan el perfil de lo que provocativamente hemos llamado un liberal salvaje, queriendo decir con ello que estamos frente a un ciudadano que no reconoce en el fondo otro ethos que el del bienestar personal y familiar, ni otro derecho que el de resolver su vida con los medios a su alcance, perjudiquen éstos o no a su comunidad y a su nación.
La Comisión Nacional para una Cultura de Paz y No-Violencia (Comnapaz), erigido en observatorio ciudadano es un modelo vanguardista a nivel mundial laureado por el premio nobel alternativo de Paz quien desde hace dos años recomendó a los diputados aprobarán la creación de esta comisión que busca brindar soluciones creativas al tema de la violencia, atendiendo a resolver las causas y no solo los efectos.
Hacemos eco de los reclamos ciudadanos para que desde una voz propositiva, construyamos soluciones creativas con medios pacíficos a la gran asignatura pendiente de crear una cultura de Paz, en México, que siendo el primer eje de gobierno y primera meta nacional propuesta en el Plan Nacional de Desarrollo, siga siendo una asignatura pendiente por instrumentar y que a la fecha no se le ha dotado de presupuesto a ninguna acción de cultura de Paz, que como lo revela el estudio de nexos, tendrá que ser una acción inmediata en la que el Ejecutivo, con todos los secretarios de estado y de gobierno dirijan junto con los sectores empresariales una cruzada nacional, que defina el rumbo para un México de Paz, asumiendo la corresponsabilidad histórica que exige el clamor popular.
Si el Ejecutivo no logra consensar en torno a la principal demanda ciudadana de un México en Paz y los partidos políticos se oponen a construirla en aras de intereses mezquinos estaríamos frente al hecho irrebatible de no solo pedir el relevo del mandatario, sino de la desaparición de poderes. La Comnapaz, no está en contra del sistema sino a favor de la nación.

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