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Papa Francisco palpita a México

¿A qué viene?, ¿Cómo cambiará a México? Eran interrogantes respecto a la visita del Papa Francisco que como mensajero de misericordia y paz, anuncia que “es una tarea que involucra a todo el pueblo en las distintas instancias, públicas, privadas, colectivas e individuales, cuya solución depende de cada mexicano comprometido que realmente confíe en su Madre.  A semejanza de Juan Diego, que por un momento le dio la vuelta a la Virgen al considerarse que él no era el adecuado para llevar el mensaje de la construcción de un santuario para ella, porque no era ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo; el Papa nos recuerda la confianza de  “María, empecinada —con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre— le dice: no, que él sería su embajador”, y le dio la promesa: “¿Acaso no soy yo tu madre? ¿No estoy aquí?”, así es como el Papa toca las fibras más sensibles del multitudinario pueblo mexicano al que escucha, habla,  palpita y siente el dolor de los excluidos, marginados, migrantes y pobres,  para renovar sus esperanzas.
 
 
Con mensajes claros a sus respectivos auditorios. En la esfera pública ante la clase política en Palacio Nacional,  sensibilizó a las autoridades civiles a “reconocer en la riqueza de México,  contenida en su vasto territorio y sus culturas indígenas, mestizas y criollas, le dan una identidad propia, cuya  riqueza es la combinación de  una cultura ancestral y un capital humano joven esperanzado, el que merece un compromiso solidario, hacia  la construcción de «una política auténticamente humana. Que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte” –del desecho-, para  que todos,  tengan acceso a vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, ambiente sano y de paz; recalcó que esto no es sólo un asunto de leyes —siempre necesarias—, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal, con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional. Ante ello, en respuesta el Presidente Enrique Peña Nieto afirmó: las causas del Papa son causas de México.
 
 
Posteriormente, en Catedral, cimbró a la Jerarquía católica a ser auténticos pastores “con olor a oveja”.  Como maestro espiritual, exhortó a la Curia a que solo mirando a la Morenita, México se comprende por completo.  Les llamo a contagiar de la ternura de Dios y a no tener miedo a la transparencia. Aclaró que la Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad a no dejarse corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa. Reiteró, a no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la sociedad mexicana, comprendida la Iglesia.
 
 
Sean, obispos capaces de imitar esta libertad de Dios, eligiendo cuanto es humilde para hacer visible la majestad de su rostro, no se dejen llevar por la vana búsqueda de cambiar de pueblo, como si el amor de Dios no tuviese bastante fuerza para cambiarlo. Sólo una Iglesia que sepa resguardar el rostro de los hombres que van a tocar a su puerta es capaz de hablarles de Dios; el primer rostro que les suplico custodien en su corazón es el de sus sacerdotes. No los dejen expuestos a la soledad y al abandono. Animen la comunión entre ellos; hagan perfeccionar sus dones. Les ruego, especialmente, cuidar la formación y la preparación de los laicos, superandao toda forma de clericalismo e involucrándolos activamente en la misión de la Iglesia. Sin caretas, característica del Papa, les dijo:  si tienen que pelearse, peléense como hombres, en la cara y como hombres de Dios, que después van a  rezar juntos, a discernir juntos y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal y refuercen la comunión con sus hermanos del episcopado estadounidense, para que la presencia materna de la Iglesia mantenga viva las raíces de la fe de los migrantes y den razones de sus esperanzas y la fuerza de su caridad.
 
 
En suma, reclínense, con delicadeza y respeto, sobre el alma profunda de su gente, desciendan con atención y descifren su misterioso rostro a imitación de la Morenita que para imprimir su imagen en el Ayate, dependió de las manos marginadas de quienes tejieron los hilos que hicieron posible el milagro Guadalupano.
 
 
Predicando con el ejemplo, en el estado de Chiapas, el Sumo  Pontífice vivió una jornada histórica que le será muy difícil de olvidar, al son de la marimba tocada magistralmente por con un coro de 350 niños tsotsil de la comunidad de acteal y unos 200 mariachis tsotsiles, así como dos bandas de niños de la comunidad mixe de Oaxaca, públicamente alabó  la relación que los pueblos indígenas tienen con la naturaleza y recordó que muchas veces no han sido comprendidos por la sociedad.
 
 
“Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita”.

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