Cuando El Amor Termina

Es imprescindible tener la capacidad, y sobre todo el valor de reconocer, cuando ha concluido el amor que existía en una relación. Porque intentar alargar el tiempo de ese amor que ha fallecido, es irnos muriendo con él.
Es como querer darle vida a un ser que ha dejado de existir. Podemos tratar de conservar su cadáver con la esperanza de que reviva algún día. Pero la realidad es que ya cumplió su ciclo de vida, y debemos dejarle partir tranquilamente, con las palabras que habrán de sanar nuestra alma: amor y paz, perdón y olvido.
No tiene caso buscar razones o culpables. A veces, las cosas simplemente suceden sin proponérselo. Otras, suceden por causas que están más allá de nuestra comprensión. Pero al concluir una relación no existen culpables. Y tratar de encontrar una lógica a los descalabros sentimentales es una empresa que nos agotará hasta la extinción.
Nuestra tristeza y desconsuelo también debe tener una saludable duración. No tiene sentido conservar el periodo de duelo indefinidamente intentando revivir un sentimiento que ha claudicado. Nos da coraje haber perdido un sueño y todavía perdonar y perdonarnos. Nos resistimos a perder, pero perdonar amorosamente es lo único que podrá llegara a sanarnos.
Al resentirnos de la pérdida, volcamos toda la agresión contra nosotros mismos porque la situación nos ha tomado por sorpresa, muy a pesar de que estuvimos recibiendo muchas señales tiempo atrás. Nos enoja no habernos dado cuenta en su momento y tomado una decisión liberadora. No aceptamos haber perdido porque lo tomamos como un fracaso.
Por la mañana éramos la gloria, y al atardecer habíamos pasado a la historia. Pero la vida debe seguir, no se detendrá por nosotros y el sol seguirá saliendo como siempre en cada amanecer. Debemos tomar la decisión de romper las cadenas que nos unen a un féretro, para poder sanar nuesrtro corazón. Significa decidirnos a romper con todos los hábitos y costumbres que nos habíamos hecho para cubrir nuestra soledad y falta de cariño.
Es imperativo salir para saludar el sol de cada amanecer. Porque un cambio en nuestra forma de pensar, sentir y conducirnos, será el preludio de una transformación interna. Todas las tragedias encierran una gran enseñanza, y ahora nuestro reto es analizar alternativas de solución, y reconocer el crecimiento que se ha operado en nosotros.
Necesitaremos aprender a perdonar y olvidar, porque ya no somos como ayer, ni seremos como mañana. Tampoco lo será la otra persona. Sólo seremos dos soledades intentando revivir el pasado y esperando que esa persona nos haga felices. Si la relación ha llegado a este punto, se debe empezar a buscar ayuda profesional, ya que falta mucho por aprender sobre la vida en pareja.
Debemos vivir sin encadenarnos a nadie, a dar libertad incondicional a la persona que decimos o creemos amar. Y si ya no es su deseo continuar, no le podemos retener a nuestro lado, porque la vida es cambio, transformación, movimiento eterno. También lo es el amor. Nada perdura para siempre.
Nos asusta lo pasajero de los sentimientos y quisiéramos que el amor permaneciera sin cambios. Pero el amor, como tal, también fenece. Aprendamos a vivir en paz con lo inesperado, lo incomprensible y lo fugaz de los sentimientos, tal como lo hacen las personas Emocionalmente Inteligentes.

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