Cuando alguien se acerca

Por Jorge Hugo

García

Doctor en Psicología

Sin que nos demos cuenta, cada una de las personas que se acercan a nosotros lo hace para aportar una enseñanza a nuestras vidas. Y casi siempre respondiendo a una petición que hicimos en algún momento, y quizá sin habernos dado cuenta. Será entonces cuando dependiendo de nuestra forma de pensar, actuaremos con inteligencia o reaccionaremos impulsivamente ante su presencia. Pero después de ese encuentro, algo dentro de nosotros habrá cambiado. Ya nunca seremos los mismos de antes.

Se dice que hemos venido al mundo a aprender, y que todos aprendemos de todos. Y cada ser que se aproxima a nosotros trae aparejado un objetivo o una misión que a veces nos es incomprensible. Esta podría parecernos intrascendente o grandiosa, pero todo dependerá de nuestra percepción personal. El resultado del contacto con esas personas podría parecernos alegre o trágico, pero sin duda habrá dejado en nosotros una huella que nos ha modificado para siempre.

Pueden acercarse a nosotros por un breve tiempo, y en muy raras ocasiones para toda la vida. Pueden permanecer silenciosas como un enigma a dilucidar, o pueden mostrarse efusivas, amigables y traernos sonrisas y alegrías. Pero cada persona que se nos acerca vendrá a ser en maestro callado. Ese que la Vida nos ha enviado por una razón que nos es desconocida, y que hasta puede resultar inquietante

Estas personas se acercan para ayudarnos en alguna dificultad, a darnos un consejo o sugerirnos una solución. Vienen para facilitarnos el camino, para impulsar nuestro despertar emocional, para resolver nuestra vida económica o darnos su aliento con nuestros pesares. Aparecen de pronto en nuestro entorno. Y tiempo después, y sin que exista una explicación, desaparecen dejando sembrada su imagen en nuestra memoria y la nostalgia en nuestro corazón.

Llegaron a nuestra vida tan sólo por un tiempo, pero las peripecias que acompañaron su presencia nos sirvieron para aprender algo que desconocíamos. Por lo tanto, no debe importarnos que la experiencia haya sido agradable o desafortunada, lo importante es lo que aprendimos, porque esa enseñanza cooperó a nuestra evolución mental y espiritual.

Quizá sin habérselo propuesto, con su presencia o su ausencia, esas personas nos enseñaron importantes lecciones justo en el momento en que las necesitábamos. Y cuando desaparecen, debemos comprender que ya cumplieron la misión que les había encomendado la Vida. Por lo tanto, a pesar de las circunstancias que nos tocaron vivir en su compañía, debemos agradecerles por haber cooperado a nuestra maduración.

Porque después de su partida, por la causa que haya sido, no dejaron el recuerdo de su imagen, del tono de su voz, de sus comentarios, y de cientos de detalles que habremos de repetirnos mientras continuemos existiendo. Y por ello, a veces sin darnos cuenta, esas personas se mantendrán vigentes en a nuestro diario devenir formando parte inseparable de nuestra existencia.

Aprendamos a darles las gracias por las eternas lecciones que nos dejaron, y pongámoslas en práctica para llegar a ser Maestros en el mundo de las emociones. De esta manera, en algún instante futuro pondremos compartir nuestras experiencias con las nuevas personas que se acerquen a nuestro entorno, para disfrutar la satisfacción de vivir eternamente en la memoria de aquellos que vendrán.

Sus comentarios al (664)-680-2592; jorgehugo_garcia@yahoo.com.mx.

Share