La Casa Blanca quiere que la gasolina sea cara
Mike Brownfield
Mientras que el precio medio de la gasolina en nuestro país ha llegado a los $3.65 por galón, cerca de $6 en algunas zonas del país y camino de subir más incluso, las familias americanas se preguntan cuándo se acabará el dolor en el surtidor de gasolina. Pero para el Secretario de Energía Stephen Chu, estos precios tan altos no son siquiera una preocupación. De hecho, dice que su objetivo no es que el precio de la gasolina baje.
Chu pronunció esos asombrosos comentarios en el testimonio que rindió ayer ante el Congreso. Cuando el representante Alan Nunnelee (R-Miss.) le preguntó a Chu que si es su “objetivo general a lograr es que nuestro precio” de la gasolina sea menor, Chu contestó: “No, el objetivo general es disminuir nuestra dependencia del petróleo para así cimentar y fortalecer nuestra economía”.
Aunque sean chocantes, estos comentarios no deberían ser una sorpresa para nadie. Chu tiene un largo historial de abogar por mayores precios de la gasolina. En 2008 afirmó él: “De alguna forma tenemos que ver cómo aumentar el precio de la gasolina a los niveles de Europa”. El pasado marzo reiteró su argumento en una entrevista con Chris Wallace, de la cadena de noticias Fox News, comentando que su centro de atención está en aliviar el dolor ocasionado por sus políticas energéticas obligando a los fabricantes automovilísticos a hacer autos más eficientes en su consumo de combustible. “Lo que estoy haciendo desde que soy Secretario de Energía está bastante claro. Lo que he estado haciendo es desarrollar métodos para eliminar el dolor que acompaña a los altos precios de la gasolina”.
Uno de esos métodos es el empleo de dólares del contribuyente en proyectos de nuevas energías como la planta solar de Solyndra. Otro es subsidiar la compra de autos eléctricos de alto costo como el Chevy Volt a razón de $7,500 por auto (y que la Casa Blanca quiere aumentar a $10,000). En ambos casos, esos métodos no están funcionando. Solyndra quebró porque su producto no puede soportar las presiones del mercado y los Chevy Volt no se están vendiendo, ni siquiera con descuentos financiados por los contribuyentes. ¿Cuál es el siguiente plan del presidente? Recoger “un montón de algas” para usarlas como sustituto del petróleo.
Mientras tanto, la administración Obama está, por lo que parece, haciendo todo lo que puede para que el costo de la energía sea incluso más doloroso al rechazar abrir el acceso a las reservas de petróleo y gas del país y al bloquear nuevos proyectos que podrían llevar al desarrollo de más energía en Estados Unidos. Caso ejemplo: La decisión del presidente de decir “no” al oleoducto Keystone XL, un proyecto que podría haber llevado cientos de miles de barriles de crudo desde Canadá a las refinerías de Texas sin mencionar los miles de empleos que eso significaría.
Al intuir el costo político que sobre él se cierne por el alto precio de la gasolina, el presidente Obama habló la semana pasada del asunto e intentó eludir la culpabilidad por el sufrimiento. Dijo que no hay solución rápida a los altos precios de la gasolina y que la nación no puede solucionar el problema con más perforaciones, pero como escribe nuestro experto en temas energéticos Nicolas Loris, en su discurso el presidente ignoró la realidad y pronunció una serie de medias verdades. Entre ellas, el presidente alegó que la producción de petróleo es la más alta en ocho años, que aumentar la producción de crudo lleva demasiado tiempo y que el petróleo no es suficiente. Loris escribe que :
El aumento de la producción de petróleo y gas en Estados Unidos constituye un gran avance, pero este es el resultado del incremento de producción en tierras privadas en Dakota del Norte, Texas y Alaska. En tierras federales y en alta mar la historia es mucho más lúgubre. La producción allí podría haber arrojado más rendimiento, incrementando la oferta y por tanto bajando la presión sobre los precios del petróleo.
Si el presidente hubiera dicho que sí al oleoducto Keystone, el petróleo habría llegado al mercado más rápidamente. Y en lo que respecta a la arremetida presidencial por la energía alternativa, esas fuentes no aguantan el exámen del mercado.
Hay pasos que el presidente y el Congreso pueden y deberían tomar hoy mismo para reducir el costo de la energía. Por ejemplo, poner fin a la moratoria de facto sobre la perforación, abrir áreas en alta mar que hoy están prohibidas a la perforación, poner un límite de 270 días a las evaluaciones medioambientales para proyectos de energía en tierras federales, eliminar los retrasos regulatorios y aprobar Keystone.
Como Loris escribe: “El mercado respondería si el Congreso y la administración le permitieran funcionar”. Pero el secretario Chu y la administración Obama, evidentemente, no están interesados en las reformas de mercado que reducirían el costo de la energía. En cambio, están empeñados en mantener altos los costos de energía con el fin de aplacar a la izquierda ecologista. Y claro, los americanos siguen pagando el precio de esa política.