Cuando el amor cayó del pedestal

Por: Jorge Hugo García

Doctor en Psicología

Todos llevamos dentro del corazón un adoratorio secreto. Ahí mantenemos un altar en donde hemos instalado varios pedestales. Y sobre ellos vamos instalando a las personas que nos place colocar para amarlas o adorarlas.

Constantemente estamos necesitando adorar a alguien o algo. Y en ese sagrado recinto les convertimos en divinidades dándoles el título de dioses o diosas, lo valgan o no. Y al hacerlo también nos esclavisamos a ellas. Les hemos quemado incienso y encendido cirios y le hemos nimbado de atributos irreales. ¡Porque tener un objeto o un sujeto de adoración, es nuestra necesidad más celosamente guardada!

El conflicto nace cuando preferimos adorar a un sujeto, considerándole como un objeto. Un objeto no varía tan fácilmente, el sujeto siempre. Y aquí es donde se inician nuestras tribulaciones. Queremos que la persona sea permanente y estable en sus sentimientos; es decir, que en cierta forma se comporte como un objeto y que se sostenga en en las promesas de amor que nos hizo al principio.

Somos una eterna contradicción. Por un lado, cuando escogemos a una persona para nuestro pedestal no le permitimos que tenga ninguna variación. Y por otro, sólo le aceptaremos los cambios que nosotros le queramos diseñar o imponer. De todas maneras estaremos inconformes.

Un objeto puede mantener la imagen que nosotros le demos. En cambio, una persona tiene la suya y sus sentimientos tienen variaciones infinitas. Y aquí es donde se agrandan nuestras aflicciones, cuando hemos querido congelar el tiempo para eternizar un recuerdo o una presencia. Hemos inmovilizado la imagen de una persona para ponerle en un altar, pensando que jamás se nos podría caer.

Le pusimos en nuestro corazón para colocarle en un nicho y rendirle tributo y adoración. Pero las personas no existen como fotos fijas, debemos considerarlas películas en movimiento Y al convertirnos en los sacerdotes o las sacerdotisas de nuestro culto secreto, nos esclavisamos por haberle hecho votos de adoración perene.

Y a cambio de nuestra devoción, le exigimos que nunca cambie, que siempre sea como nosotros le necesitamos y sobre todo, que jamás se nos caiga de ese pedestal. Pero esa persona en algún momento terminará por aburrirse, se bajará de ahí y se irá en busca de otro pedestal más cómodo. ¡Nada permanece todo cambia, incluso el amor!

Así es cómo el culto a una persona se derrumba, cuando nos damos cuenta que sólo éramos prisioneros de la fantasía que hicimos de ella. Le pusimos las capacidades, cualidades o virtudes que nosotros llevábamos dentro, sin saber se trataba del reflejo de nosotros mismos.

Equivocadamente pusimos nuestros sueños en manos ajenas. En las de un personaje que elevamos a la categoría de divinidad y toda perfección. Y nunca quisimos aceptar que podría cometer errores. Así fué como nos convertimos en sus lacayos y propalamos sus virtudes por doquier. Porque otra de nuestras necesidades es que otros más pertenezcan a nuestro culto y le adoren con el mismo fervor que le profesamos. ¡No queremos estar solos en el acierto o en el error, necesitamos testigos que refuercen nuestras creencias!

Voluntariamente hemos dejado de vivir para nosotros, para hacerlo en razón de ese personaje de nuestro altar. ¡Y ya nunca seremos libres! Estaremos viviendo día y noche esclavizados a un ritual que impida el derrumbe de nuestra fantasía. La confusión o la crisis emocional se nos presentará, cuando equivocadamente llamemos a ese hábito o costumbre: AMOR.

No existe la seguridad de que el amor sea correspondido. Amar siempre será un gran riesgo y no por que exista el engaño, sino porque las traducciones de nuestros lenguajes afectivos, difícilmente pueden ser coincidentes o valederos para ser comprendidos o interpretados correctamente por la otra persona. Por ello, lo más importante es: que necesitamos aprender a verbalizar nuestras emociones ¡y nunca poner nuestra felicidad en manos ajenas!

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Sus comentarios al: (664)-680-25-92 de Tijuana, B. C. México;

www.pynetica.com.;

jorgehugo_garcia@yahoo.com; Gracias.

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