
“Vi los pies colgando”
“Cuando llegamos con la máquina de bomberos, había humo que salía por las ventanas delanteras, y llamaradas de fuego por las ventanas de atrás. Mi equipo se preparó para ingresar al domicilio. Encontramos la puerta con llave y tuvimos que tumbarla. La sala estaba envuelta en humo. No se podía ver. Me fui arrastrando por el piso. Fue cuando vi los pies colgando de un sillón. Los jalé lentamente hasta que el señor cayó sobre la alfombra, y así lo fui arrastrando hasta afuera. Estaba inconsciente. Había sucumbido al humo. Su cuerpo estaba cubierto con hollín. En el apartamento anexo todavía dormía una madre con sus tres niños que también fueron rescatados. En minutos apagamos los incendios. Alguien había prendido fuego con gasolina en la cocina y dos recámaras.” Quien daba testimonio era el capitán de bomberos. Luego siguió: “Cuando investigamos, fue el mismo señor que encontramos en el sofá que había prendido el fuego. Se había emborrachado, prendió el incendio con la intención de quitarse la vida. Sufre de problemas mentales porque ha bebido alcohol toda su vida. Casi acaba él con su vida, y la vida de la vecina con sus niños.” Al salir del hospital, la policía arrestó al señor. Ahora respondía a cargos de atentado de homicidio, incendio, destrucción de bienes ajenos y otros. Yo traducía la audiencia al sujeto. Me hizo ademán que me acercara. “Mire”, susurró, “Dígale a mi abogado, que no me recuerdo nada…”
El señor de nuestra historia ya estaba igual que muerto. Pocos minutos más, y él, junto con su vecina, las niñas, y todo el edificio se habría consumido en llamaradas. Pero llegó el salvador, justo a tiempo. El bombero no se preguntó, ¿qué tipo de hombre será este? ¿Será que merece que lo rescate con todos esos botes de cerveza regados por la alfombra? ¡No! La intención del salvador es una sola: ¡Salvar! Y hoy, la intención de Dios es más firme aún: “No quiero la muerte del malvado”… Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en [delitos y] pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:4-6). ¿Cómo? ¿Hasta para delincuentes y borrachos? Sí, especialmente para ellos, porque “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17). Nuestra enfermedad también incluye la mala memoria pues también decimos de las faltas a nuestro prójimo, “Yo no me recuerdo nada”. De tal modo que con ese pretexto nos justificamos, alegando que no le debemos nada a nadie. Pero Dios, que al instante pudiera borrarnos de su memoria, es quien dice, “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25). Y cuando despiertes, ¿cuáles serán las primera palabras de tu Rescatador?
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