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Valoran riqueza cultural de Culhuacán

Abida Ventura

Sobre la calle José María Morelos del barrio de San Antonio Culhuacán, la cúpula de una iglesia destaca entre las copas de los árboles. Este recinto religioso, conocido como la parroquia de San Juan Evangelista, construido en el siglo XIX, colinda con un edificio más antiguo y de mayor dimensión: un ex convento edificado por los frailes agustinos entre 1560 y 1570, ahora convertido en museo de sitio y centro comunitario.
Sus muros decorados con murales realizados entre los siglos XVI y XVIII, sus celdas convertidas en salas de exhibición, las áreas verdes y el estanque que le rodean convierten a este conjunto arquitectónico en un refugio ideal para escapar del ajetreo de la calles colindantes.
En este edificio, que los religiosos convirtieron en un centro para la enseñanza de lenguas y costumbres indígenas, también se encuentra parte de la historia de Culhuacán, ese pueblo considerado el primero en el Valle del Anáhuac, y que el pasado viernes 7 de junio fue declarado por el gobierno del Distrito Federal y la delegación Iztapalapa como Barrio Mágico, con el fin de crear un corredor turístico en el oriente de la ciudad que incluirá esa zona y el Cerro de la Estrella.
Este reconocimiento no es para menos. La riqueza patrimonial, histórica y cultural de este pueblo, conformado originalmente por 11 barrios, está presente en los vestigios arqueológicos que se exhiben en el museo, en sus monumentos históricos, como el ex convento, así como en sus tradiciones religiosas, entre las que destacan las fiestas dedicadas al Señor del Calvario, que es el santo patrono del pueblo.
Pese a los grafitis pintados en el muro de piedra que rodean al recinto, en su interior conviven elementos de la época prehispánica y de la Colonia. Ahí se exhiben, por ejemplo, piezas prehispánicas recuperadas en la zona que revelan una ocupación continua que data desde 300 años a. C. En las salas del museo hay vestigios arqueológicos que prueban que entre los años 600 y 800 d. C, Culhuacán mantuvo relación con Teotihuacan, luego fue la primera capital tolteca-chichimeca que dominó el sur de la cuenca de México, también conformó, junto con Tula y Otumba, el núcleo del imperio tolteca, hasta que fue dominado por el de México Tenochtitlán.
La constante urbanización ha transformado el área, los vestigios de la época prehispánica han quedado sepultados, pero basta excavar unos cuantos metros para comprobar que están ahí. Por ejemplo, algunas de las piezas exhibidas en el museo de sitio fueron encontradas en lo que ahora es el estanque, ubicado a la entrada del convento. Este sitio, que en la Colonia funcionó como embarcadero, fue en los tiempos prehispánicos un ojo de agua, probablemente un lugar sagrado, ya que las piezas halladas ahí están asociadas a las deidades del agua y de la alimentación, como una escultura de Chicomecoatl.
Así lo sugiere también el testimonio de Agustín Rojas Vargas, cronista de este pueblo, en cuyo predio en la década de los 70 se hallaron piezas de influencia teotihuacana. “Aquí en esta casa se encontraron entre 1972 y 1973 piezas de ascendencia teotihuacana. Ahora están en el museo y ahí se pueden apreciar”, dice.

Las huellas de la evangelización
En la sala de su casa, ubicada a unos metros del convento y del templo del Señor del Calvario, el vicepresidente de la Asociación de Cronistas de la ciudad de México dice estar orgulloso de ser nativo de un pueblo fundado hace más de mil años, de donde además salió el primer rey azteca, Acamapichtli, y al que los propios mexicas le otorgaron un valor simbólico. Además de que a la llegada de los españoles Culhuacán fue seleccionado como uno de los centros con mayor trascendencia y tradición religiosa. “El convento se convirtió en la primera escuela de lenguas; ahí venían todos los misioneros para aprender las diferentes lenguas indígenas y así poder evangelizar”, comenta.
Las huellas de esa labor evangelizadora hoy se pueden apreciar con las cruces de cantera que existen en algunos barrios de Culhuacán.
“Al momento de la evangelización, los misioneros levantaban la cruz del apostalado en cada barrio. Quedan cuatro, una en San Antonio, en San Francisco, en Santa Ana y una más en el panteón de San Francisco”, dice.
La labor de enseñanza requería papel en abundancia, por lo que cerca del convento se construyó un molino que lo producía. Este molino, comenta la antropóloga Patricia Pavón, probablemente fue la primera fábrica de papel en la Nueva España.
“Según los testimonios orales, en la Revolución este molino funcionó como paredón para las tropas de los obregonistas y zapatistas”, relata la investigadora del Centro Comunitario Ex Convento de Culhuacán, mientras rodea los restos de la noria de ese molino, ubicada en una pequeña plaza enrejada.

Las fiestas
religiosas
La riqueza patrimonial de Culhuacán, cuenta la antropóloga, también incluye sus manifestaciones culturales, sus tradiciones y costumbres. Entre el calendario de festividades religiosas de este pueblo, Mario García Soto, investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, destaca la fiesta de la Santísima Trinidad, en la que durante más de una semana se le rinde honor al Señor del Calvario.
En la cueva donde según la tradición fue hallado este santo, ubicada a un lado de la iglesia edificada en su honor, Perla Pavón dice que a pesar de que esta es una de sus principales fiestas, el pueblo de Culhuacán realiza a lo largo del año diversas celebraciones. Lo particular, comenta, es que a pesar de que los barrios originales han quedado divididos entre la delegación Iztapalapa y Coyoacán, en la fiesta dedicada al santo patrono todos participan.
De acuerdo con los etnohistoriadores María Elena Morales, Ana María Velasco Lozano y Mario García Soto, quienes trabajan en la elaboración de un calendario de fiestas rituales del pueblo de Culhuacán, uno de los rasgos culturales más singulares de este pueblo lo conforma las expresiones religiosas de carácter colectivo. “El pueblo de Culhuacán cuenta con un complejo calendario festivo que se lleva a cabo gracias a las múltiples organizaciones comunitarias que existen, como el sistema de cargos, mayordomías o asociaciones que les permiten cumplir el compromiso con el santo, la familia y la comunidad”, aseguran los investigadores entrevistados.
Esa unión entre los barrios, añade Pavón, no sólo se manifiesta en las fiestas, sino en otros aspectos. “Algo muy importante son las organizaciones tradicionales que prevalecen. Lo podemos ver con la mayordomía, la comisaría ejidal, tienen un patronato del panteón; las organizaciones están presentes en los aspectos sociales y culturales”, comenta la investigadora, también curadora de la exposición El cielo en la Tierra: Fiesta de la Santísima Trinidad, que da cuenta de esta celebración religiosa y que se exhibe en el Centro Comunitario Ex Convento de Culhuacán.

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