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“Te quiero mi Tesorito”

Eran 57 cartas, escritas a mano, con pésima ortografía, sin puntos ni comas, pero repletas de amor y cariño. Las había escrito un padre a su hija, estando ella en la cárcel. Ella, a los 19 años había asesinado a un muchacho de una pandilla contraria. Había disparado a quema ropa, con premeditación y alevosía. La pandilla la había escogido para emparejar cuentas con otra pandilla, y al mismo tiempo como prueba de su confianza para entrar a la pandilla. Pero fue capturada. Así comenzó un largo proceso judicial. El padre de la niña la había criado como padre soltero. La muchacha no había escarmentado su delito, y retenía un aspecto tosco, lleno de ira, odio, resentimiento y amargura. Cuando venía al tribunal su abogada me pedía que le leyera las cartas de su padre. “ay te van ochenta dolares para que compres comida y me yames kiero oir tu vos te kiero mucho, eres mi tesorito, ni niña linda, la mas preciosa, ojala salgaz pronto pa que podamos ir de viage y ver tu avuelita”. En cada carta le repetía el mensaje. En algunas el padre añadía “te escribi munchas vezes pero no ricibo nada de ti. No puedo crier que no tengas tiempo de iscribir dos rienglones pa’ decirme como estas pero yo no dejo de piensar en ti ni por un momento”. Son 57 cartas. El tema no cambia. A su hija delincuente, condenada a cadena perpetua, sus palabras eran siempre: “Te amo mi tesoro, me haces mucha falta.” En ningún momento le recrimina su delito. ¿Por qué tan sólo 57 cartas? Poco después de la última, el padre falleció de un ataque al corazón.
La Escritura nos abre una carta del propio corazón de Dios: “Les escribo a ustedes, queridos hijos, porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Cristo” (2 Juan 2:12). No eran tan sólo palabras. Dios mismo en Cristo Jesús fue a la cruz. Allí tomó sobre su cuerpo, todos nuestros pecados. Esa es la historia de la Navidad, de su nacimiento. Nació por amor, para morir. Pareciera igual a nuestra propia historia. Pero hay una gran diferencia. La muerte no lo pudo retener. Resucitó al tercer día para contar lo que había pasado. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,  para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:4-7). Ese es el regalo del amor de Dios para nosotros. Navidad no es sólo su nacimiento. Es toda su historia. Es toda su persona dada por Dios para tomar tu lugar. Ese es el mensaje de sus cartas. Y hay muchas más que 57…

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