
¿Te pareces a Pinocho?
Ana Díaz Sesma
A todos nos ha pasado alguna vez que no sabemos si decir la verdad o mejor decir una mentirita para librarnos de una buena regañada o un castigo. Pero recuerda que siempre es mejor decir la verdad, aunque esto nos provoque algún disgusto o una reprimenda, porque así ganamos la confianza de los demás y nos sentimos tranquilos de no haber engañado a nadie. ¿Tú eres sincero siempre o de vez en cuando tu nariz crece y se queda corta junto a la de Pinocho? Averígualo y atrévete a enfrentar la verdad con el siguiente test:
1. Aprovechando la ausencia de tu mamá, decides usar la sala como cancha para jugar fútbol. Lanzas un cabezazo, que hasta Ronaldiño envidiaría, pero en vez de entrar a la portería, choca contra el jarrón de porcelana, herencia de tu abuela. Cuando tu mamá llega y ve lo que pasó, tú:
a) Arrepentido, le dices la verdad, a sabiendas que te espera una larga plática.
b) Le cuentas que te tropezaste y tiraste el jarrón. “Pero conste que fue sin querer”, le aclaras. Tal vez así, el regaño sea menor.
c) De plano, le echas la culpa a Prometeo, el gato de tu mamá. Si no te creen, pues que alguien te demuestre lo contrario.
2. Es domingo familiar en casa de los abuelos: ya van en el postre y no han dejado de hablar de las medallas que tu primo Facundo sacó en la escuela. Cuando la tía Chatita, te pregunta ¿cómo vas con las calificaciones? Tú:
a) Tienes ganas de que te trague la tierra, pero confiesas que estás haciendo un gran esfuerzo para subir tu promedio, el cual es bajo todavía.
b) Contestas que las calificaciones van bien y volteas a ver a tus papás con ojos de borrego indefenso para que no te echen de cabeza.
c) Respondes que bien y aprovechas para anunciar a todos que te sacaste el primer lugar en el concurso de dibujo del salón, aunque sabes que no es verdad.
3. Estás solo con tus hermanos en casa. Suena el teléfono. Contestas. Es un compañero de tu papá. Te pide que le avises que se cancela el partido de fútbol el sábado. A ti se te olvida pasar el mensaje. Tu padre acude y se queda esperando. Cuando se entera que alguno de sus hijos no le pasó el recado, tú:
a) Aunque tiemblas como gelatina a medio cuajar, le dices a tu papá que se te olvidó pasarle el recado y prometes que para la próxima lo vas a apuntar.
b) Le dices que tú tomaste el recado y lo apuntaste en un papelito que le dejaste en su mesa. Tal vez así, tu papá no se enoje tanto.
c) Aprovechando que tu hermano Tomás tiene fama de despistado, dices que él tomó el recado.
4. Te llevaste al campamento la chamarra preferida de tu hermano y no le aviste. Pero ¡oh, sorpresa!, cuando regresas, te das cuenta que la dejaste olvidada. Al siguiente fin de semana, él tiene una excursión y busca su prenda perdida. Tú decides:
a) Decir la verdad y prometes comprarle otra chamarra con tus próximos domingos.
b) Aceptas que te la llevaste sin permiso, pero inventas una excusa.
c) Te quedas callado y no dices ni pío. Cuando tu hermana te pregunta si has visto su chamarra, le respondes que ni te acuerdas cómo era.
Ahora sí, ¡prepárate para saber si tu nariz es más larga que la de Pinocho:
Mayoría de “a”. Te mereces portar la medalla de oro de la honestidad y la valentía. Sabes que las mentiras no llevan a nada y prefieres hablar claro, aunque sepas que eso puede hacerte acreedor a un regaño.
Mayoría de b. Crees que eres sólo un poquito mentiroso. Pero aquí no hay medias tintas, la verdad la tenemos que decir siempre y no sólo a veces. Cuando engañamos a los demás, también nos estamos engañando a nosotros mismos porque damos una imagen falsa de lo que somos.
Mayoría de c. Le estás haciendo la competencia a Pinocho. Tienes que esforzarte por decir siempre la verdad. A veces, no es tan fácil y se requiere mucha valentía. Si sientes que no puedes sólo, diles a tus papás o maestros que quieres volver a ganar la confianza de la gente y necesitas de su apoyo, será el primer paso para evitar que te siga creciendo tu nariz.
Cuando engañamos, tal vez en el momento nos libramos de un buen regaño, pero a la larga perdemos mucho, porque las mentiras siempre caen por su propio peso y cuando se descubren, lo único que ganamos es que los demás nos pierdan la confianza. En cambio, cuando decimos la verdad, tal vez no nos salvemos del castigo, pero nos ganamos la confianza y respeto de los otros por haber tenido el valor de reconocer que nos equivocamos. Nuestra familia y amigos nos querrán por lo que somos y no por lo que pretendemos ser.
“A favor de la paz, por un México Unido”
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