
“Su pedimento no tiene mérito”
Su rostro quemado por el sol, su porte fornido, brazos fuertes no podían esconder su edad. Era un trabajador agrícola que había trabajado toda su vida en los campos. Sus sienes blancas hacían contraste con la cutis de su cara bronceada por años bajo el sol. “Su señoría, vengo a retirar mi declaración de culpable por un delito que cometí hace 22 años”. “Y, ¿por qué se esperó tanto tiempo?”, preguntó el juez. “Es que no sabía que un delito menor como cartería de tienda iba afectar mi solicitud de ciudadanía”. “Bueno, voy a ver sus escritos del pedimento… Aquí usted dice que nadie le leyó las consecuencias migratorias cuando se dio por culpable. Pero, en el computador aparece el trasunto de esa audiencia. Aparece el nombre del intérprete, y también se le preguntó si usted comprendía las consecuencias migratorias. ‘Entiendo que al darme por culpable se me puede deportar, negar la entrada legal a este país, y la ciudadanía’. ¿Usted recuerda eso?” “No su señoría, no recuerdo que se me dijo nada”. “Y, ¿esta no es su firma? Ahí usted firmó diciendo que entendía todo el escrito.” “Eso hace 22 años, su señoría, no recuerdo que se me dijo nada”. A lo que el juez respondió, “Y al lado de su firma está la firma del intérprete certificado que le tradujo todo el escrito. Le niego su pedimento. No tiene mérito alguno”.
Así muchos nos presentamos ante el tribunal de arriba. Tenemos un aspecto noble y bueno. Hemos trabajado toda la vida haciendo el bien a otros. Queriendo entrar al reino de los cielos con ciudadanía le pedimos al Juez eterno que mire todas nuestras buenas obras, y no se fije en los pecadillos que hemos cometido (al menos pensamos que no le hicimos mucho mal a nadie). Y si de veras cometimos alguna ofensa que pensamos fue seria le decimos al Juez que no fue para tanto y que fue hace muchos años. Pero todas nuestras obras quedan registradas en la computadora celestial que no pierde detalle. Hasta nuestros pensamientos están grabados allí. Dijo el salmista David, “Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos” (Salmo 139:2). Todo ser humano tiene que responder a la pregunta del Juez divino, “¿Hasta cuándo morarán dentro de ti pensamientos perversos?” (Jeremías 4:14). Todo está grabado. No tenemos defensa alguna. Somos culpables. Y estaríamos perdidos sino fuera por el gran abogado salvador que se presenta. No sólo nos defiende. Él dice “Yo cometí ese delito hace 22 años atrás. Más aun, yo soy ese pecador. Déme a mí el castigo que él merece”. ¿Cómo puede ser esto? ¿Qué el mismo Hijo de Dios en carne humana tomó mi castigo en la cruz? La Escritura responde con un gran resonante “¡Sí!” Tu pedimento no tiene mérito. Él los tiene todos. Tu pedimento de perdón se concede hoy, por los méritos de Cristo, la ciudadanía en el reino eterno es tuya hoy.
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