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¿Se aprende a perder?

Natalia Bojorge

La forma en la que los niños vivan las dos posibilidades de resultado de una competencia: Vencedor o vencido, depende de buena forma del mensaje que reciban en casa y cómo hayan sido educados en esto. La frase es común: “Lo importante no es ganar, sino competir” y se puede escuchar previo a cualquier tipo partido o certamen en la que los niños participan. Para ellos, cualquier juego o disputa es una buena oportunidad para hacer uso de sus talentos y capacidades, y así demostrarlos.

Sin embargo, no siempre ellos lograrán el resultado que anhelaban, por lo que cuando sucede esto y hay alguien que saltó más alto, llegó en primer lugar, sí alcanzó el pasamanos o simplemente corrió más rápido, habrán algunos niños que seguirán adelante con la diversión, mientras otros, sufrirán un ataque de irá o enojo.

Angela Marulanda, autora del libro Sigamos Creciendo con Nuestros Hijos, de Editorial Norma explica que muchos padres se indignan cuando ven a su hijo o hija tirar con rabia la raqueta, o retirarse furiosa de la competencia porque perdió el partido o el concurso, y puntualiza: “Toma 15 años aproximadamente desarrollar la capacidad necesaria para ‘aprender a perder’. Aceptar las fallas, reconocer los errores y tener el coraje de admitir que somos imperfectos, es el resultado de un proceso de madurez que no se da de la noche a la mañana”.

Los padres pueden fortalecer en gran medida la formación de sus hijos si les ayudan a que tomen sin aprensión situaciones que los pueden contrariar o desagradar, es decir, que su estado de ánimo no se vea afectado si algo no ocurre como desean. Esto ayudará a que generen tolerancia a la frustración y que den un importante paso hacia su madures emocional.

La autora resalta la importancia de que el niño tenga claro que su valor personal no depende de sus éxitos, y menos aún de sus fracasos y asegura que: “En la medida en que el niño esté muy seguro de que su valor personal no depende de los resultados que obtenga, le será más fácil aceptar sus derrotas y por ende sus fallas, y así, mismo, comenzar a corregirlas”.

Como muchos otros aspectos en la formación de los niños, el mensaje que reciban en casa, así como la forma en que vean que los padres reaccionan cuando pierden o las cosas no resultan como anhelaban, será una fuente de aprendizaje y quizá, será la manera en la que eventualmente den respuesta.

Buenos

competidores

¿Por dónde comenzar? Un buen inicio es ayudar a que los niños desarrollen su potencial basado en sus talentos, fortalezas y habilidades, no en aquello en lo que no se tiene destreza y puede ser una debilidad. Hablar de esto con ellos puede ser de gran ayuda, porque tendrán claro cuáles son las áreas en las que hay una gran oportunidad de crecimiento y en las que hay limitaciones, sin que esto signifique un problema, menos una tragedia. Así, podrán tener actividades que le signifiquen mucha diversión, incluso reto, sin importar sin son expertos o no, simplemente por el hecho de que disfrutan lo que hacen.

La autora recomienda hablar sobre el espíritu deportivo con los niños y enseñarles a:

No alegrarse de las fallas del contendor.

Felicitar al competidor cuando triunfa.

Reconocer los aciertos del adversario.

Jugar procurando ganar y no obsesionados con derrotar.

De la victoria se puede aprender mucho, así como de la derrota. En cualquier caso existe la oportunidad de adquirir seguridad personal, tener una actitud respetuosa hacia el contrincante y abrir una puerta hacia el autoconocimiento. Cada juego o competencia en el que participen, les da a los niños la posibilidad de aprender algo que es inestimable para su vida emocional: No importa lo que pase, ni quien gane o pierda, ellos son valiosos por sí mismos.

Fundación México Unido

www.sermexico.org.mx

Bojorge@mexicounido.org.mx

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