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Revertir Violencia Mediática para mejorar imagen de México


Cuando Felipe Calderón asumió la presidencia en 2006 la probabilidad de morir asesinado en México era muy parecida a la de Estados Unidos. Llevados por la histeria de los medios que maximizaron hasta el hastío la nota roja, que elude reportajes de fondo acerca del contexto de la violencia traslado brotes focalizados de barbarie a tragedia nacional generalizada; argumentos en los que se apoyó el Ejecutivo para emprender una Guerra sin identificar la naturaleza propia del perfil delictivo del crimen organizado.

Observar es aplicar una distinción entre la diferencia entre el modo de operación de los Zetas que tienen una lógica territorial que disputan el narcomenudeo, y modo de actuación son las ejecuciones entre sicarios como instrumento propagandístico; en contraste del Cartel de Sinaloa que es una organización muy compleja que tiene una lógica y métodos trasnacionales de drogas y lavado de dinero que prefiere el anonimato a la espectacularidad.

El estudio de Escalante que comentamos la semana anterior, evidenció que la principal violencia en México, es la violencia de los medios de comunicación, que dan cuenta de los muertos nuestros de cada día, mucho menores que en Brasil y Colombia pero que revisten de una espectacularidad de la sangría de asesinatos de funcionarios públicos y políticos renombrados, adquieren mayor notoriedad en la opinión pública mundial.

Lamentable, cuando trascendió el desprestigio internacional de México, entre los países más inseguros del mundo; Calderón y la Cancillería se apoyaron en el contenido del ensayo de Escalante de la “Muerte tiene permiso” para revertir la Campaña de Difamación que señalaba a nuestro país como un territorio peligroso, siendo que el autor se baso en las propias fuentes oficiales del INEGI. Entonces, el presidente, comenzó a decir con razón de que se hablaba mal de México. Lo que no dijo –señaló Claudio Lomnitz- es que el gobierno había fallado en su responsabilidad de generar los datos y el análisis que se necesitaba para “hablar bien”. Tampoco dijo que sus decisiones en materia de seguridad se habían basado en la nota roja y no en indicadores construidos que apuntaban que al inicio de su gestión México gozaba de la menor tendencia nacional de 8 homicidios por cada 100 mil habitantes- lo que justificó la intervención del Ejército, que exacerbó la violencia a 18 homicidios por cada 100 mil habitantes.

Como explicar a la sociedad mexicana, que a partir de los operativos militares, la tasa de homicidios se disparó al punto de perder lo que se había ganado en 15 años. La tasa de homicidios de 2009 es el doble de 2006, en el que hoy México se divide en zonas hiperviolentas y en zonas que la violencia ha aumentado.

El hecho de que el Gobierno no utiliza sus propios datos, que no monitora de oficio el comportamiento de la violencia y que actúa arbitrariamente sin contar con un diagnóstico sobre las causas que han detonado la violencia, es grave. No es lo mismo vender droga, que secuestrar, ser un sicario que un contrabandista, señala Ana Laura Magaloni, que cuestiona la irresponsabilidad gubernamental y de la complicidad de la prensa que ha carecido de distinciones del perfil del delito elementales a la que reduce el discurso oficial bajo la categoría de que contra el crimen organizado se vale todo. Lo que no se vale es que la Muerte tenga permiso de impunidad en México. Decía Ghandi. “No hay caminos para la Paz.

La Paz es el camino. Y la educación para la Paz es un riel paralelo a la Guerra contra el Crimen organizado que debe correr paralelo a las estrategias de seguridad.

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