“Prefiero Salirme del Programa”

“Prefiero Salirme del Programa”

Hay un programa para padres que pierden la custodia de sus hijos al delinquir por el uso de drogas. El Tribunal de Menores toma la custodia de los niños. Los coloca en un hogar de crianza. Luego la ley otorga la oportunidad al papá o la mamá de reunificarse con sus hijos. Tienen que cumplir con un programa de juntas, terapias, pruebas de drogas al azar, estudiar y trabajar. Conforme van cumpliendo los requisitos del programa, suben de un nivel a otro hasta que cumplen con todos los requisitos del programa, y es cuando reciben su Certificado. Pero el cartón no significa nada cuando vuelven a sentir el abrazo de sus hijos. En cierta ocasión había un grupo de padres ante el juez que pasaba vista a su rendimiento en el programa. “Señor, el informe dice que salió positivo en una prueba de alcohol. ¿Qué pasó?” “Murió mi abuelo, y salí a tomar para quitarme el dolor”. “Señor, ¿cuántas veces el alcohol le ha quitado el dolor?” “Pues ninguna, porque al rato vuelve y con más ganas de tomar. Por eso quiero salirme del programa, es muy exigente”. “¿Joven, y qué de sus hijos?” “La mamá me los quitó. Perdí la esperanza de volverlos a ver”. “Señor, este programa es su mejor oportunidad”. “No, no. No hay nada que hacer”. “Señor, le podemos dar un oportunidad más, sencillamente…” El juez no terminó de hablar. El señor agarró su gorro y salió murmurando de la sala, “A nadie le importa nada, todo es una pérdida de tiempo…”
¿Qué tal si Dios hubiera pensado así de nosotros? Pero no fue así. Dios en Cristo Jesús se hizo carne, nació en un pesebre, tomó lo más humilde y pobre de la tierra para de esa manera rescatar al más indefenso e indigente de la tierra. Vivió una vida perseguido por su propia raza, humillado y avergonzado como el rebelde más intolerable de la historia. Luego subió a una cruz para tomar el pecado del más repugnante, descarado, y malvado de la historia. Finalmente resucitó para poder dar la prueba que su amor triunfó sobre la muerte a favor de todos. Sin condición alguna ofrece ese regalo de perdón y vida eterna al que menos lo merece. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados… Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:19,21). Dios nos salva 2 (dos veces). La primera gratuitamente para vida eterna por el hecho que llevó nuestros pecados. La segunda, al dejarnos saber cuanto nos ama, porque nada nos salva en esta tierra como el amor. “Miren cuán gran amor nos ha otorgado el Padre: que seamos llamados hijos de Dios. Y eso somos… Y todo el que tiene esta esperanza puesta en El, se purifica, así como El es puro” (1 Juan 3:1,3).

Comentarios:
haroldocc@hotmail.com

Share