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¿Por dos cervezas me descuentan 14 años?

Era su segundo caso de manejar ebria. El abogado le decía que en vez de presentarse a juicio corriendo el riesgo de perder, podía darse por culpable a una sentencia reducida. Multa: $1,960.00 USD. Trabajos a la comunidad: 20 días. Cumplir con una clase para conductores ebrios por segunda vez: 18 meses (una vez por semana). Otras multas y recargos: $900.00. Libertad condicional: Tres años. La alternativa le sumaba unos mil dólares más de multas, 120 días carcelarios, y 5 años de libertad condicional. Las pruebas practicadas en el alcoholímetro la condenaban: .18% de alcoholemia. Mireya pensó que aceptaría la oferta hasta que el abogado le preguntó respecto a su situación migratoria. “Estoy en el proceso de sacar la residencia. Ya me tomaron las huellas. En tres meses me dan la residencia”. La respuesta del abogado la dejó sin palabras. “Si usted se declara culpable, es probable que le nieguen la residencia, y corre el riesgo que la deporten”. “¿Qué? Después de trabajar en este país por 14 años, por un par de cervezas me van a negar la residencia?” “Así es”, respondió el abogado. “La ley es ciega a todo lo bueno que usted ha hecho. La Ley sólo sabe condenarla por lo malo que hizo”.
Ante el tribunal de arriba las cosas no son muy diferentes. A la Ley de Dios no le importa todo lo que trabajes, todo lo bueno que hagas. Con tan sólo un mal pensamiento, todo queda nulo. Jesucristo dijo que con tan sólo enojarte con tu prójimo, ya habías cometido homicidio. Con tan sólo desear la mujer ajena (marido ajeno), ya cometiste adulterio en tu corazón. Fuerte. Pero la Ley es ciega a toda tu fidelidad en otros momentos o todo lo bueno que fuiste con tu prójimo durante toda tu vida. ¿Entonces que esperanza hay? Toda. La Ley reconoce tan sólo una vida pura, santa, bondadosa, rebosando de amor. Es la vida de Jesucristo. Ni con un solo pensamiento pecó contra su prójimo. Sus pensamientos e intenciones siempre fueron hacia el bien del prójimo, del vecino, del hermano, hasta de sus enemigos. Esa vida te la ofrece como tuya. Sin condición alguna. ¿Qué condición pudiera poner para que cumplas, si todo lo que ofrecemos son incumplimientos? “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). ¿Salvo? ¿De qué y para qué? De esta órbita loca en que se encuentra nuestro planeta. Del mal que hemos hecho a este planeta que una vez fue nuestro paraíso. Del mal que tenemos por dentro. ¿Cómo? Por la sola fe en su perfecta vida de amor. ¿Por qué? Porque te ama. ¿Qué tengo que hacer? Deja de hacer tanta pregunta, y firma la oferta, el único día que estás seguro que tienes es Hoy.
Por: Haroldo S. Camacho, Ph.D. Detalles han sido cambiados para proteger identidades. Informes: haroldocc@hotmail.com.

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