Perfume Quita Manchas

Perfume Quita Manchas

“Ten cuidado hijo, no escribas con marcador negro imborrable encima de la mesa. La tinta se filtra, y puedes manchar la mesa”. “Está bien, papi”. Advertencia dada con la misma respuesta varias veces. Hasta cierta noche…
“¡Papi, auxilio! Cometí un gran error. ¡Esto es horrible! ¡Es mi peor error!” Mi hijo de siete años (con demasiado parecido a su papá), no es dado a admitir errores. Cuando escuché tales lamentos, me di cuenta de que se trataba de algo serio. Estaba sentado a la mesa del comedor, tapando algo con un papel. Sobre el papel, unos dibujos con marcador negro imborrable. “¿Qué estás dibujando?” pregunté. “Mira”, me dijo entre sollozos. Había varios corazones con muñecos representando al papá, la mamá, y él mismo. Abajo, “los kiiero mushu”. Luego, “y ¿cuál fue el gran error que cometiste?” Alzó el papel, y allí pintado sobre la mesa de madera, las marcas de tinta negra imborrable. Sentí el hervor de sangre que subía rápidamente hasta la cabeza. Estaba por pegar el grito. Cuando fuera de la nada, se me ocurrió una idea. “Hijo, ven conmigo”. Creo que el tono de mi voz le dijo que todo iba a estar bien. Fuimos a mi computadora. Planteamos la pregunta en el teclado: “¿Cómo se saca tinta negra imborrable de un mueble de madera?” De inmediato aparecieron varias opciones. Fuimos a la primera. Ahí estaba una madre contando como uno de sus hijos había marcado un tocador con tinta negra imborrable. “No es tan imborrable que se diga”, dijo la señora de buena gana. Luego alcanzó un recipiente de fragancia, un perfume común y corriente. “Miren”, dijo la señora en el video, “puede rociar el perfume sobre las letras, y luego con un paño lo limpia y… las ¡manchas desaparecen!” La señora no había terminado de hablar cuando el niño corría hacia el tocador done había un perfume de la misma marca. Corrimos a la mesa del comedor, y el mismo roció el perfume. Le pasé un paño, y él mismo lo limpió. Rociamos un par de veces más, y nos turnamos en limpiar hasta que las ¡manchas desaparecieron por completo! Todos celebramos la pequeña victoria.
Pero cuando pasé el paño una última vez le dije, “Hijo, así es como en la cruz Jesús borró y limpió todos nuestros pecados. Todas las cosas malas que hemos hecho, Él las limpia y perdona con su sangre que derramó en la cruz. Todo porque nos ama”. Sobra decir el tierno abrazo que nos dimos entre papá, mamá, y el niño travieso. “Gracias, papi y mami, los quiero mucho”. Había dicho que “fuera de la nada, se me ocurrió una idea”. ¿Será? La Escritura dice “en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras” (Romanos 8:26). Esa noche el Espíritu intercedió. La lección del perdón era más necesaria que el castigo. Porque “allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20).

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