¡Ojo a los Ojos!  Comienza un Nuevo Año Escolar

¡Ojo a los Ojos! Comienza un Nuevo Año Escolar

Pláticas entre Padres...

Hace pocos días acompañé a mi niño a su primer día del segundo grado. Fue una fiesta de voces, colores, risas, formas, nubes, sándwiches, manos, pies, zapatos… Pero lo que más me llamó la atención fueron los ojos. ¡Sí! Los ojos de los niños, los padres, las maestras… y los míos. Llegamos temprano, y las puertas todavía estaban cerradas. Todos miraban tras las rejas de las bardas… hacia los columpios, el parquecito de juegos, las aulas. Pero las miradas parecían mirar más allá… como tratando de traspasar el momento y ver si detrás de aquel arbolito, o detrás del tobogán podían ver un vistazo de sus niños de aquí a tres, seis, nueve meses. ¿Será ese mi niño? ¡Cómo ha crecido! ¿Por qué está triste? ¿Quién está con él? ¿Cómo se llaman sus amiguitas? Pero el timbre interrumpió las miradas que ciegas al futuro tan sólo trataban de escuchar algunas voces del mañana. Como hormiguitas corrieron los niños hacia sus aulas, agarrando sus morrales. Subían escaleras, hacían fila frente a las puertas de las aulas. Fue entonces cuando me fijé en sus ojos. Allí estaba una niña, tal vez del primer o segundo grado, flaca, chaparrita, con unas trencitas bien arregladas con lacito rosa en cada una. Pero sus ojos. A pesar de sus lentes gruesos, de demasiado aumento para una niña de su edad, parecían saltar de su carita. Se fijaban en todo, miraban alrededor revisando cada cara, cada compañero. Hasta que se fijó en un niño que parecía medio perdido. “Ven”, le dijo. “Ven conmigo, yo te llevo al aula”, tratando de llevarlo de la mano.
Entramos al aula. Las letras de la A-Z en una pared, los números en otras, los niños buscando sus nombres escritos en una tarjeta sobre cada escritorio. Los ojos de un niño parecían estallar de la emoción. Frente a él, en su pupitre estaban cuatro grandes libros azules. La portada dibujada con delfines, elefantes, cebras, y todo un zoológico por dentro. Un brillo de admiración, alegría, anticipación llenó su mirada. Abrió uno, dos, ojeando las páginas, mientras un concurso de letras, números, y animalitos lo saludaban. Una gran sonrisa se quedó pintada sobre su rostro, parecía que podía haber saltado a una de las páginas. Otro niño miraba nervioso a su madre. Sus ojos le suplicaban que no lo dejara solo. Los ojos de la maestra, alegres, confiados, se fijaban en cada niño, saludaban a cada padre con su mirada y sonrisa. Había otro niño que miraba sin enfocarse en nada ventana afuera, como si nada le importara. Y ¿mis ojos de papá? Mis ojos miraban hacia adentro. Tratando de ver lo que yo sería para mi propio niño este año. ¿Qué le traigo a mi niño para su éxito escolar? ¿Me puedo ver ayudándolo con las tareas? ¿Me puedo ver visitando a su maestra para saber de sus logros? ¿Me puedo ver felicitándolo por sus buenas notas? ¿Qué dicen los ojos de tus niños? Pero, más importante, ¿qué dicen tus propios ojos cuando miras hacia adentro como el maestro más importante de tus hijos?

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