
Nuestra Salud y Enfermedad
Somos responsables de nuestra salud y nuestras enfermedades. De la misma forma que tenemos el poder de crearnos una enfermedad, tenemos el poder de curarnos. Nuestra mente nos puede aniquilar, pero al mismo tiempo nos puede salvar. Sólo depende de nosotros.
En nuestra mente existe un lugar desde el cual todas las cosas son posibles. Los terapeutas estamos para ayudar, pero sólo se alivia quien decide liberarse de su carga de recuerdos infelices. Es responsabilidad de cada quien el indagar, cuestionar y perseverar hasta encontrar el mensaje, la enseñanza valiosa que se oculta en cada situación, en cada suceso y vivencia del pasado.
Nuestro Cuerpo es un universo que funciona con la misma precisión e inteligencia que el cosmos. Los átomos que forman nuestras células están rodeados de vacío, por lo que nuestro Cuerpo está proporcionalmente tan vacío como el espacio intergaláctico. Somos vacío y energía vibrando armónicamente. Nuestro Cuerpo es como un delicado instrumento musical que puede desafinarse. Cualquier perturbación lo puede afectar.
La enfermedad no es lo que nos pasa en la vida, sino el resultado de cómo fuimos reaccionando ante los acontecimientos. Nuestra forma de comprender la Vida, es lo que determina cómo nos irá. Quien verdaderamente esté deseando la solución a su enfermedad tendrá que buscar en su interior para poder sanar.
Cuando una persona sufra un desequilibrio a nivel emocional, se manifestará en su Cuerpo como un síntoma o una enfermedad física o psíquica. Una enfermedad es una llamada de atención, nos dice que algo erróneo nos está pasando. Es un aviso del universo para hacer un cambio en nuestra conducta, porque eso determina nuestra realidad presente.
Para sanar, hay que hacer es investigar en nuestro interior y buscar en nuestro pasado emocional la causa de la enfermedad. Hay que apartar la mirada del síntoma y buscar más allá. Ir al origen, ir a la raíz del problema. La enfermedad tiene un fin, que es educarnos a reconocer y reparar nuestros errores del pasado o del presente.
Si realmente queremos curarnos, deberemos empezar por sincerarnos con nosotros mismos. Significa sacar esas faltas de nuestra conciencia, y reconocerlas como tales. El problema no es haber acumulado esos pecados, defectos o errores, sino negar que los tenemos. Reconociéndolos, habremos hecho la mitad del remedio
Todo el mundo ve los defectos de los demás, pero es difícil reconocer los nuestros. A veces, las personas con las que interactuamos son espejos de nosotros mismos. Aunque nos creamos muy diferentes, en el fondo somos similares. La sinceridad para con uno mismo es la más difícil petición que nos podemos hacer.
Cada trastorno, malestar o síntoma que ocurre en nuestra vida, significa que hay una necesidad no cubierta. Una petición no satisfecha que debemos descubrir y ponerla en palabras. Las conflictivas causantes suelen ser remordimientos, auto-crítica, resentimiento, problemas afectivos, agresividad, sexualidad, pensamientos y emociones negativas, etc.
Cuando seamos capaces de reconocer nuestros defectos, seremos más comprensivos ante las debilidades ajenas. Encontremos virtudes en el prójimo, en lugar de enfocarnos en sus errores. Cuando nuestra mente, emociones y acciones estén en armonía con la Vida, será cuando estemos en un estado de vibración y salud plena. Porque todo lo que pensamos y tememos, sucede.
Todos somos un compendio de genialidades con defectos y virtudes. En vez de mirar lo negativo apreciemos lo positivo. La cara siempre mirando a la luz y de espaldas a la oscuridad. En la vida no todo es blanco o negro, hay una gama infinita de colores donde gris no existe.
Tengamos una actitud mental positiva hacia los demás y ante la Vida, para sentirnos unificados. Si realmente deseamos una existencia dichosa, tengamos pensamientos asertivos para crear realidades fantásticas. Y quedarán grabadas en el ADN, y así conoceremos nuestra historia y sus circunstancias. En nuestro interior existe la esencia real, la que es eterna, inmutable, la que no puede ser destruida jamás.