Nosotros tampoco podemos esperar, Sr. Presidente
Si se da Ud. una vuelta por la zona de protesta de “Ocupar Wall Street” que haya en su vecindario —tanto si es Nueva York como Chicago, Detroit o San Francisco— probablemente se encontrará con un tema recurrente que destaca en las banderolas: redistribuir la riqueza y que pase del 1% al 99% de la gente, todo ello en nombre de la justicia, sea buena política o no. O, si quiere Ud. oír ese mensaje sin tener que bregar con las masas, podría ahorrarse algo de tiempo, poner la tele y sintonizar la última campaña del presidente Barack Obama por todo el país, esta vez titulada “No podemos esperar”.
“Estoy aquí para decir que no podemos esperar a que un Congreso cada vez más inoperante haga su trabajo.
Donde ellos no actúen, lo haré yo”, el presidente Obama proclamó en Las Vegas, Nevada. “No hay excusas para juegos ni para la parálisis que estamos viendo en Washington.
Donde no tengamos que esperar por el Congreso, avanzaremos por nuestra cuenta y actuaremos”.
¿Y las iniciativas que el presidente está proponiendo? Pues más dinero para hipotecas con problemas y una iniciativa aún por anunciar respecto a préstamos estudiantiles.
Este presidente no oculta ninguna de sus intenciones en su discurso populista — y esas intenciones son el deseo de Obama de burlar al Congreso y promulgar políticas atractivas para su base electoral de extrema izquierda y pro-Gran Gobierno, al margen de la voluntad del pueblo o sus representantes en la Cámara y el Senado.
Pero el problema de Obama es que ha fracasado a la hora de convencer al pueblo americano —y a su propio partido— para que aprobaran su más reciente plan de estímulo (también conocida como “la Ley de Empleos Americanos”) y ahora va camino de las elecciones con 14 millones de americanos desempleados, un índice de desempleo del 9.1%, un crecimiento económico estancado más allá de lo que se puede ver, y ningún buen resultado del que alardear.
Completamente frustrado por su incapacidad de forzar a un reacio Congreso a que aprobara su plan de gran gasto, el presidente dice ahora que “no podemos esperar” a que el Conreso actúe.
De lo que no se entera, sin embargo, es de que el Congreso no actúa porque el pueblo americano no quiere que sus representantes en Washington se sumen al plan de Obama para gastar más e imponer más impuestos.
Parece que la única audiencia que podría ser receptiva al mensaje del presidente son los manifestantes que acampan en la calle en clara oposición al sistema capitalista, abogando porque el gobierno los rescate económicamente, tal como hizo con los bancos y los fabricantes de automóviles. Parece ahora que el presidente va a complacerlos y que el “nosotros” al que se refiere en su lema lo constituyen él y los manifestantes.
Ayer en San Francisco, la Junta de Supervisores de la ciudad celebró una audiencia en la que los activistas de “Ocupar San Francisco” apelaron a que la junta adoptase políticas que obliguen a los grandes bancos a modificar las hipotecas de propietarios con dificultades, según informaBloomberg. La última propuesta del presidente no dista mucho de eso.
Refinanciaría las hipotecas de aquellos propietarios que deben más de lo que sus casas actualmente valen.
El costo de las hipotecas refinanciadas recaería sobre Fannie Mae y Freddie Mac, lo que significa que los contribuyentes americanos responderían por el costo. Lo que es peor, este plan probablemente no sería más exitoso que los anteriores intentos de la administración por reflotar la industria hipotecaria.
Parece que el presidente va a ocuparse de otra inquietud de los manifestantes de “Ocupar” — los préstamos estudiantiles. Muchos de los activistas se quejan de estos préstamos y del costo de la educación superior y están exigiendo que el gobierno pague sus deudas o que la educación superior sea gratuita.
Aunque no sabemos aún lo que el presidente propondrá, sabemos que condonar préstamos estudiantiles y subsidiarlos federalmente no son la forma de reducir el costo de la educación. La experta de Heritage Lindsey Burke lo explica:
Es injusto condonar préstamos estudiantiles cargándolos sobre las espaldas de camareras o trabajadores de la construcción y los casi tres cuartos de americanos que no se graduaron en la universidad.
El aumento de los subsidios federales o los rescates financieros de los préstamos estudiantiles desplazan la obligación del pago universitario que pasa del estudiante —la persona que se beneficia directamente de la universidad— a los millones de americanos que nunca se graduaron allí.
Burke también señala que los subsidios federales no redujeron los costos de la educación superior. Aunque esos subsidios han aumentado un 475%, el costo de ir a la universidad aumentó un 439% desde 1982.
Como los estudiantes tienen más poder de compra, escribe Burke, eso incentiva a las universidades a que aumenten el precio de la enseñanza. “Es un círculo vicioso que no hace nada para mitigar el costo de ir a la universidad”, dice Burke.
¿Pero acaso la mala política le importa al presidente? ¿Es su intención final mejorar la situación económica de Estados Unidos o apelar a su base electoral? ¿Se está dejando llevar por el movimiento “Ocupar Wall Street” cuando actúa unilateralmente para promulgar políticas probadas y fracasadas? Una cosa es cierta: Al margen de la respuesta, Estados Unidos no puede esperar a que el presidente Obama deje de burlar al Congreso.