“Nos Dejaron Solos”

“Nos Dejaron Solos”

Pláticas entre Padres...

La semana pasada escuchamos la voz de un jovencito de 13 años siendo entrevistado por su abogado. El licenciado le advirtió que si seguía delinquiendo, llegaría a parar a la penitenciaría estatal cuando cumpliera los 18 años. “Sí, pero si matas a alguien antes de llegar ahí, te van a dar mucho respeto…” Noté que el ceño del abogado se frunció por un instante, pero él mantuvo su porte profesional. No se escandalizó, queriendo enseñarle un poco de la realidad en la penitenciaría. “Nicky, no lo dudo, pero antes de recibir todo ese respeto, ¿sabes lo que te va a pasar?” “¡Ja! Nada, ‘pos mis homies [compañeros de pandilla] me van a proteger!” El abogado siguió. “La primera noche que llegues a la penitenciaría, te van agarrar los homies del jefe pandillero de toda la cárcel, y uno por uno te van a violar. Los carcelarios desaparecen, pues lo consideran parte de tu castigo. Cuando quedes que no puedes caminar, te agarran a patadas. Despiertas, y te repiten el tratamiento.”
El valiente muchachito perdió su bravura. Comenzó a temblar y sin aviso estalló en lágrimas y sollozos, hasta que su rostro quedó bañado en lágrimas y los gemidos eran incontrolables. El abogado se le acercó y lo puso el brazo alrededor de los hombros. “Hijo, es la verdad, yo soy tu abogado, tengo que decirte todo para protegerte. El niño recostó su cabeza sobre el brazo del abogado, y tras varios sollozos, comenzó a contar la historia. “Nos dejaron solos, nos dejaron solos, nos dejaron solos”, repetía estremeciéndose del dolor. A mí y mi hermanita. A ella ya se la llevaron a un ‘foster home’ (hogar de crianza). Mi jefe se iba en la madrugada y mi jefa poco después. Nos dejaban las tortillas en la cocina. Yo tenía que vestir a mi hermanita de 5 años. Yo apenas tenía 7. Solitos nos íbamos a la escuela, de mano en mano… Ay mi hermanita, ¿cuándo te vuelvo a ver? En la noche mi a’pá se iba a tomar con sus amigos, o se estaba ahí fuera tomando. Mi a’má le gritaba que se metiera. Él le daba cachetadas. Ella entonces si iba ‘pa el casino. Nos dejaba encargados con la vecina. Ella nos daba la cena. Yo solito hacía dormir a mi hermanita. La tenía de la mano hasta que se durmiera… ¿por qué nos dejaron solos? ¿Por qué? De reojo miré al abogado. Él, a pesar que lo había escuchado todo, tenía los ojos húmedos haciendo fuerza para no llorar. Mi voz, entrecortada. “¡Solos, nos dejaron solos!”, repetía el jovencito. Ni su mamá ni su papá se habían presentado ante el tribunal para acompañarlo. “Por favor, señor, deme un papá y una mamá. No me mande ahí a la juvenil. Yo no quiero matar a nadie. Yo quiero cuidar a mi hermanita. Yo no quiero quedar solo”. El abogado dejó a un lado su frío profesionalismo, y tomó al niño como si fuera su propio hijo en un fuerte abrazo hasta que se calmaron los sollozos del jovencito…
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