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“No lo quiero ver en un ataúd”

El abogado hablaba con la joven madre mientras un precioso niño de tres años abría las gavetas del escritorio. “La recomendación del trabajador social es que tengan la custodia compartida. El padre terminó sus clases contra el abuso de menores, cumplió con sus clases de rehabilitación de drogas, y la ley contempla que cada niño pueda crecer nutrido por una buena relación con sus dos padres. Usted puede aceptar la recomendación o pedir un juicio ante el juez para que se le niegue la custodia al padre. ¿Cuál es su decisión?” El niño que había encontrado un caramelo en una de las gavetas miró a su mamá con ojazos que delataban una profunda comprensión del tema. Sin abrir el caramelo se acercó a las faldas de su mamá. “Es que no sé qué hacer. Usted no conoce a este hombre. Él es muy violento. Ya me lo golpeó una vez, y muy fuerte. ¿No recuerda las fotos? ¿Quién me garantiza que después de una visita con el papá no me lo va a devolver en un ataúd? ¿Qué hago? ¿Qué hago? Qué me recomienda usted?” “Yo no le puedo recomendar nada. Estoy aquí para abogar a su favor no importa cual sea su decisión?” El niño no soltaba ni la falda de la madre ni su caramelo mientras miraba a la abogada. “Mire señora. Es su decisión. Yo no le puedo garantizar nada. Escuche a su corazón de madre…”
El Dios y Padre de la humanidad no la quiso ver en un ataúd enterrada por toda la eternidad. Por tanto desde el principio tomó su decisión. Él mismo en el cuerpo de su Hijo se entregaría en una cruz. Allí tomaría todos los golpes del falso pretendiente padre de la humanidad, e iría hasta la muerte. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo… en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos escogido para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:3-5). Satanás, el falso padre de este mundo quiere tenernos bajo custodia compartida. Echa en cara ante Dios nuestra desobediencia, falsedad, infidelidad, inconstancia, impureza. “Son míos también”, reclama, “y yo voy a lograr que te rechacen”. Pero este enemigo mismo queda condenado por su rebeldía con que a todos nos ha golpeado. Para muestra el botón del mundo en que vivimos hoy. Pero Jesús, aquel tierno e inocente niño de Navidad, no vino al mundo para divertirnos con sus dichos y milagros. Él tomó los golpes mortales del abuso de nuestro falso padre. Él escuchó a su propio corazón de Padre, y nos rescató con su preciosa sangre para darnos una vida de amor sin fin en la casa de nuestro Padre y la gran familia de todos los rescatados.
Historia modificada para proteger identidades. Comentarios:
haroldocc@hotmail.com

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