Navidad o la Nada

La Navidad, acontecimiento mundial conmemorativo del nacimiento de Jesucristo, está a las puertas y nadie puede ignorarla, ni menos detenerla. Tampoco a los millones de cristianos que devotamente se reunirán esa noche en sus casas alrededor de su Mesías y Salvador para adorarle como el único camino, la verdad y la vida.
A lo largo de la historia hubo grandes intentos por suprimir esta celebración, pero la historia los suprimió a ellos. Probablemente pase lo mismo con la impresentable Helena Dalli, Comisaria de la Igualdad de la Unión Europea, quien este año lanzó la propuesta #UnionOfEquality para cambiar el significado de la navidad por el de “fiestas”, eliminando toda referencia a Jesús, María o José, con la excusa de “no ofender las nuevas sensibilidades”. Vano intento.
Y es que el nacimiento de Jesús va mucho más allá de la Navidad. Representa el cumplimiento de las profecías que por miles de años habían sido hechas al pueblo de Israel y que tenían repercusiones planetarias. El gran Creador del universo venía a restablecer su amistad con la corona de su creación: los seres humanos. En Jesús se abre la posibilidad de reconciliación, a precio de sangre, entre el Dios absoluto y sus amadas criaturas relativas. Él pone delante de todos la verdad que siempre han buscado, el camino a la auténtica trascendencia y la vida eterna para la que nos diseñó.
La Navidad no es un hecho cualquiera, es un acontecimiento cósmico.
Entender su significado cambia la vida de las personas para siempre. Les permite entender el sentido final de las cosas y armar el rompecabezas de la realidad. Desde ese momento queda atrás la incoherencia de “creer que la nada produce todo, que la materia muerta produce vida, que el azar produce orden, que el caos produce información, que la inconciencia crea la conciencia y que lo irracional produce la razón”. Las personas por fin dejan de mirarse como producto de la casualidad más el tiempo y entienden su diseño original.
Su trascendencia, entonces, es irreductible. Tratar de equipararla a una simple “fiesta” es tan insultante como querer reducirla a un árbol con luces, un papá Noel, unos regalos o una cena familiar. La Navidad jamás perderá su significado, aunque algunas mentes atrofiadas lo procuren.
Por eso, los cristianos la seguirán celebrando sin pedir disculpas a nadie. Porque no hay término medio: si la Navidad no significa todo, entonces significa nada.

 

 

Christmas, a world event commemorating the birth of Jesus Christ, is at hand and no one can ignore it, let alone stop it. Nor to the millions of Christians who will devoutly gather that night in their homes around their Messiah and Savior to worship him as the only way, the truth and the life.
Throughout history there have been great attempts to suppress this celebration, but history suppressed them. The same will probably happen with the unpresentable Helena Dalli, Commissioner for Equality of the European Union, who this year launched the proposal #UnionOfEquality to change the meaning of Christmas to “parties”, eliminating all references to Jesus, Mary or Joseph , with the excuse of “not offending the new sensibilities.” Vain attempt.
And it is that the birth of Jesus goes far beyond Christmas. It represents the fulfillment of the prophecies that for thousands of years had been made to the people of Israel and that had planetary repercussions. The great Creator of the universe came to reestablish his friendship with the crown of his creation: human beings. In Jesus the possibility of reconciliation opens, at the price of blood, between the absolute God and his beloved relative creatures. He places before everyone the truth that they have always sought, the path to authentic transcendence and the eternal life for which he designed us.
Christmas is not just any event, it is a cosmic event.
Understanding its meaning changes people’s lives forever. It allows them to understand the final meaning of things and to put together the puzzle of reality. From that moment on, the incoherence of “believing that nothingness produces everything, that dead matter produces life, that chance produces order, that chaos produces information, that unconsciousness creates consciousness and that the irrational produces reason is left behind.” People finally stop looking at themselves as a product of chance more time and understand their original design.
Its significance, then, is irreducible. Trying to equate it to a simple “party” is as insulting as wanting to reduce it to a tree with lights, a Santa Claus, some gifts or a family dinner. Christmas will never lose its meaning, even if some stunted minds try.
Therefore, Christians will continue to celebrate it without apologizing to anyone. Because there is no middle ground: if Christmas doesn’t mean everything, then it means nothing.