
“Mira a Dios en quien te Ayuda”
“Esta carta fue decomisada de un preso en su celda. Creemos que tiene información de una fuga del prisionero. Se la escribe su madre. Creemos que contiene la clave de la persona que le ayudará a escapar. Necesitamos que la traduzca para usarla como prueba.” Eran dos hojas escritas a mano, letras grandes y desiguales. La ortografía era pésima. Era una madre escribiendo a su hijo tras las rejas. Finalmente llegué al párrafo de interés de los investigadores. “Tenemos fe que pronto saldrás. Toma a Dios de la mano. Dios te sacará. Mira la cara de Dios. La cara de Dios es aquella persona que te ayuda. Él te dará la libertad. Recuerda que pase lo que pase, tu madre siempre te amará. Espero verte pronto”. “Esa, esa es la parte que nos interesa”, dijo el detective. Queremos interrogar al preso sobre el plan de fuga. Su madre ha conseguido alguien adentro que le ayude. Hay que parar este plan antes que lo logren. Debe ser un empleado de la misma cárcel que está envuelto en el plan”. No pude más que sonreír. Traduje al inglés la porción que me pedían. Al entregarles la hoja, les dije: “Suerte. Están lidiando con la fe en Dios y las oraciones de una madre. Lo único que van a encontrar es el corazón de una madre que ama a su hijo”. “Es que usted no sabe los delitos tan graves que este joven ha cometido”. “Es que ustedes tampoco saben cuán grande es el corazón de una madre”.
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, dijo Jesucristo (Juan 14:9). Y Él hablaba de mirarlo colgando de la cruz. La madre de nuestra historia tenía razón. Podemos mirar a Dios en la persona que nos ayuda. Aun así, es un pobre reflejo de lo que vemos cuando miramos a Cristo llevando nuestros pecados sobre su cuerpo. Nadie jamás nos ayudó tanto como Jesús cuando llevó nuestra culpa y castigo en su propia carne. Sí, Él fue quien desde adentro de la cárcel nos dio la libertad. Al tomar nuestro lugar y sufrir el castigo de todo pecador, nos abrió la puerta a la vida eterna. Porque hasta entonces “estábamos muertos en nuestro delitos y pecados”. Él fue ese “Quinta Columnista” que se humanó para quitar la pena de muerte que colgaba sobre nosotros. Él era y sigue siendo el “plan de fuga”. Claro que hoy a muchos ni les importa si hay Dios o no. Si Cristo fue un ser real o no. Pero las dudas de los más sabios jamás podrán borrar la verdad. Hay vida eterna, fuimos creados para “tener vida y tenerla en abundancia” por toda la eternidad. Hoy, el mismo hombre incrédulo busca la salida de la muerte y del planeta por su propio ingenio, y sus grandiosas obras. Pero dijo Jesucristo, “Nadie viene al Padre sino por mí”. ¡Él es nuestro único plan de escape para finalmente pisar tierra!
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