“Mi Madre necesitaba cirugía al corazón”

“Mi Madre necesitaba cirugía al corazón”

Apenas había cruzado la frontera. Viajaba en bus. Al salir de la estación estaba la policía fronteriza con perros antidrogas. Olfateaban a los pasajeros y el equipaje. Un joven de unos 22 años traía dos maletas. Uno de los perros se ubicó detrás del joven acercándose a las maletas. Se detuvo frente al joven y no le dio paso. De inmediato, uno de los agentes se acercó, y con las maletas lo llevó a una sala en la misma estación. Después de tomarle los datos personales, le pidieron que abriera las maletas. El joven movió la ropa de un lado al otro, pero el ojo experto del agente detectó el brillo del papel celofán. Moviendo la ropa hacia un lado, encontró tres panelas de heroína, y dos en la otra maleta. Un total de cinco kilos y medio (casi 12 libras). En breve fue llevado a la comisaría para ficharlo, y luego a la cárcel. Hoy se presentaba al tribunal para responder a los cargos de transporte ilícito de estupefacientes con agravante de peso mayor a los 4 kilos. El abogado le instruyó que afrontaba 8 años de cárcel. Luego le preguntó si tenía alguna defensa a sus acciones. “Somos de bajos recursos. Mi madre necesitaba una cirugía al corazón. No teníamos seguro médico. Nadie nos podía ayudar. Unos conocidos me hablaron de esos muchachos. Sólo me dijeron que llevara la carga y me pagarían del otro lado. Ni me dijeron que era droga. ¿Es que no entienden mi necesidad?”
No sabemos si de veras la cirugía de la madre era verdad. Lo que se sabe es que tenía cinco kilos y medio de heroína. La fiscalía supuso que era para ventas. No le importó la historia de la cirugía de la mamá. La prueba lo acusaba. Ante el tribunal de arriba no importa todos nuestros pretextos de que somos gente buena porque hacemos esto y lo otro, o vamos a esta o aquella iglesia, lo que tenemos adentro es lo que nos acusa. Y eso, al igual que las drogas, tiene nombre: “pecado”. Es una palabra en desuso. Se considera anticuada. Pretendemos que no existe. Pero es la mera realidad. El sabueso de la Ley de Dios la olfatea a cada momento en nuestro ser, y nos delata. Pero hay otra realidad. El perdón de Dios por causa de la muerte de su Hijo. En Él morimos todos. En Él todos fuimos condenados a prisión eterna. En su resurrección todos fuimos liberados. Sí, y Dios entiende nuestra realidad, por eso lo entregó a muerte para justificarnos por su sangre, y no la nuestra. “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre”. Esa realidad es más grande que nuestros pecados, y es nuestra por la sola fe. ¿Lo confiesas?

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